Mostrando entradas con la etiqueta libertad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta libertad. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de septiembre de 2014

DOMINGO INCENDIARIO



Hoy en estas hojas rompemos fetiches. Recibe como balazos los puntos para tus íes en la página 1, respira en las páginas 2 y 3 una libertad inédita en la historia de nuestra crítica literaria paraguaya y toma un eléctrico café para salir a la agitada calle en la página 4. Intrépida lectora, lector iconoclasta, lee este SUPLEMENTO CULTURAL como quien derriba una puerta o abre una ventana.


Es lunes, y aquí tu canAllita te trae el SUPLEMENTO CULTURAL con más huevos que jamás se ha visto en Paraguay. 

Este número, jejejejé, por lo visto le arruinó el domingo a muchos. Porque hoy siguen convulsionándose y arrojando espumarajos de epilepsia y furia vindicativa, así como amenazas, ¡por e-mail! 

Mientras que, por su parte, también unos cuantos y bravos libertarios, menos en número, pero más en alma, han enviando sus nobles voces de aliento también.

A los segundos: Gracias, sinceramente, kamaradas. 

Y a los primeros, nada.

O bueno, mejor sí; de mi parte, a los primeros: Yo no tengo miedo ni de ustedes ni de nadie, ratas.





IDENTIDAD DE CÉDULA

«Amar a la Patria bien nos exigieron
Si ellos son la Patria, yo soy extranjero» 
Charly García, Botas locas

Para defender a Godoy de sus terribles defensores: estos dos músicos no eran paraguayos ni argentinos; eran Cayo Sila Godoy y Gustavo Cerati. Personas. Individuos. No se puede pensar en rebaño; el rebaño tan solo es capaz de balar. Perseguir a la gente en nombre de una cédula de identidad, o de una identidad de cédula, si no fuera tan grotesca e hilarantemente absurdo, y, encima, no revelara tan pasmosa (y, paradójicamente, antipatriótica) ignorancia del papel de Cerati y de Soda en la cultura y la producción musical y estética paraguaya (y latinoamericana en general), sería una prepotente infamia. No seamos argentinos, no seamos paraguayos: seamos humanos, que no es ser menos, que es ser mucho más. Ningún individuo libre puede deber su valor al hecho de ser parte de otra cosa, de un país, de lo que fuere; mi valor como individuo solo depende de mí; lo contrario negaría que yo elijo mi destino y que yo soy lo que quiero y lo que yo llego a ser con mis actos, mis batallas, mi historia y mis decisiones; negaría mi libertad, y, por ende, no lo acepto: IDENTIDAD DE CÉDULA


Montserrat Álvarez sale en defensa de la libertad


POESÍA PARAGUAYA EN EL VISOR

En ocasión de la primera antología de poesía paraguaya en la Colección Visor, quizá la más prestigiosa en español, y contra la tácita ley que en nuestro país prohíbe la crítica digna de tal nombre, el autor de este artículo analiza las obras y autores incluidos en este libro con honestidad y audacia que ojalá un día no sean en Paraguay una tan insólita (y tan perseguida) rareza. La crítica se funda en la soberanía intelectual del individuo y en la convicción de que en el mundo del pensamiento no rige más principio que la libertad, y esta reseña es una irreverente muestra de, en nuestro país, tan raro ejercicio: POESÍA PARAGUAYA EN EL VISOR


La primera antología de poesía paraguaya editada por Visor, auténtico referente de la lírica en español















CAFÉ Y CULTURA

¡Bueno, yo creo que a todos nos vendría bien un postre! Y un cafecito, je. El café es una bebida, pero también es un espacio antropológico, un escenario vital y una institución cultural. Así que ahora, y como siempre se ha hecho en atmósferas tales (y, los pocos que puedan, por favor, con juego limpio), señores, señoras, señoritas, debatamos: CAFÉ Y CULTURA


El primer café de Viena, Die blaue Flasche, autor anónimo, circa 1900





















lunes, 3 de junio de 2013

COMIDA Y POLÍTICA (Primera parte)



Por qué me cuelgo con la rúcula o las empanadas “glam”, estaba pensando. Es que hay muchas cosas ahí. Ya quiero escribir un ensayo que se llame Comida y política. Cuando elegís qué comer, elegís de qué lado estás. Por ejemplo, si estás del lado de los winner que tienen algún amigo pobre porque eso no les hace menos lindos ni más negros sino menos prejuiciosos y más cool, o si estás lejos de ese esnobismo, o sea, si estás del lado de la empanada folklórica fashion de guayaba y roquefort o del lado de la empanada a secas porque las empanadas con pretensiones te caen pesadas. Esa empanada que eliges no solo contiene carne: también está rellena de política. 

O, por poner otro ejemplo, al elegir qué comés podés elegir si estás del lado manso y casi desdentado a fuerza de virtuoso del yogur con avena y el té con galletitas de salvado, o si sos una loca y una perra y preferís un asadacho semicrudo en la vereda, y, en tu viciosa lujuria, cada vez que cobrás un laburo liquidás mínimo un litro de helado y damasatánicamente reís con cara de que se vayan al infierno (perdón Luzbel Ñande Jara, quise decir “y que se vayan al cielo”) el sistema y la imagen que exige y las mil formas de manipulación con las que domina a todos. 

Y solo son dos ejemplos; los hay por millones. 

Otro: en Paraguay vivimos un dualismo exaltante entre lo doméstico –o (yo agrego) lo domesticado– y la intemperie. 

Por un lado está el mundo de la señora –tu mamá, suegra, tía, abuela, etcétera. Usa ollas, fuentes, horno, hornallas, hace salsas, hierve, fríe, gratina, revuelve, etcétera. Lo hace en el interior de la casa, en la cocina. El espacio doméstico en el que se domestican las pasiones, se educa y moldea a los hijos, se adapta la vida a las obligaciones socialmente instauradas: es el dominio de lo civilizado (se cocina con utensilios, recipientes y métodos propios de la civilización), es el reino de la moral (predicada, en general, por esa misma señora que cocina: ella te “nutre” –te gobierna, te guía, te modela– el cuerpo y la mente, te llena el estómago y la cabeza, te mete sus alimentos y te mete sus creencias), es el mundo del deber.

Pero en Paraguay… ah, en Paraguay tenemos EL ASADO.


Conan The Warrior


Sí, en Paraguay tenemos el asado. El asado no lo hace la señora del caso precedente, domesticado y doméstico. El asado lo llena todo de humo y se hace a la intemperie, el asado no calcula los costos ni escatima, el asado no cuenta moneditas, no utiliza casi herramientas civilizadas (se puede hacer un asado en medio de la selva), rompe con los usos diarios (chau cubiertos, fuera sillas y búsquese cada cual cualquier asiento), quiebra el tiempo limitante y estrecho del reloj de la rutina (a un asado no se le puede meter prisa, te lleva un día o una tarde completos, su elaboración impone ese ritmo caprichoso que es el del tiempo libre –el de la libertad). El asado celebra y añora un mundo diferente, quizá precolombino, seguramente nómada, tal vez preneolítico. El tiempo impreciso y vasto de un mundo sin nada prescindible pero provisto de todo lo importante: risa, alegría, peligro, viento y amplios horizontes, intemperie, juego, bromas, movimiento, barbarie, fuerza, fraternidad. Es el mundo sin normas ni horarios del placer. Un mundo de hombres libres, de espíritus sin ayer y sin mañana. Una grieta en el muro de la cárcel de esta vida, una grieta por la que feroz, secretamente Dama Satán desea, cada vez que, bien sucia y bien contenta, está participando de algún buen asado, desde lo más profundo y con toda su alma (condenada, por supuesto, gracias sean dadas a Belcebú, amén) que se cuelen la aventura, lo imposible, lo prohibido.



Victor Gabriel Gilbert -La recompense