Un día primero de junio como hoy, nació tal como pasaría en realidad su vida entera, y tal como la encontró, en su cama, la muerte treinta y seis años después: desnuda y sola. La mujer más deseada por millones de hombres y la más solitaria de todas las mujeres. Su amigo Truman Capote le adelantó así, según dice el final del cuento "Una hermosa niña" (buscarlo completo, el que tal vez no lo conozca, en Música para camaleones; es muy bueno para resignarse a esta mutilación, por la que me excuso) , la opinión póstuma que podría dar sobre ella si alguien le preguntara:
"...M: ¿Qué
es esto? ¿Qué pasa?
TC:
Quiere una propina por limpiar el vidrio.
M
(cubriéndose la cara con la cartera): ¡Qué horrible! No lo aguanto. Dale algo.
Apúrate. ¡Por favor! (Pero ya el taxi partía, derribando casi al viejo
borracho. Marilyn lloraba.) Estoy descompuesta.
TC:
¿Quieres irte a casa?
M: Se
ha arruinado todo.
TC: Te
llevaré a casa.
M:
Espera un minuto. Ya estaré bien.
(Así
seguimos hasta la calle South; allí, el ferry anclado, Brooklyn al otro lado,
las gaviotas que revoloteaban y se divertían, blancas contra el horizonte
marino y el cielo veteado de vellones de nubes, diminutas y frágiles como
encaje, pronto tranquilizaron su espíritu. Al bajar del taxi vimos a un hombre
que llevaba a un perro chino de una correa. Era un pasajero que iba al ferry.
Al pasar junto a él, mi compañera se detuvo a acariciar el perro.)
EL
HOMBRE (firme y poco amistosamente): No debería tocar perros desconocidos.
Especialmente a éstos. Podrían morderla.
M: Los
perros nunca me muerden. Sólo los humanos. ¿Cómo se llama?
EL
HOMBRE: Fu Manchú.
M
(riendo): Oh, como en el cine. Qué amor.
EL
HOMBRE: Usted, ¿cómo se llama?
M: ¿Yo?
Marilyn.
EL
HOMBRE: Eso pensé. Mi mujer no me creería. ¿Me da su autógrafo?
(Sacó
una tarjeta y un bolígrafo. Usando su cartera como apoyo, ella escribió: Que
Dios lo bendiga - Marilyn Monroe).
M:
Gracias.
EL
HOMBRE: Gracias a usted. Voy a mostrar esto en la oficina.
(Seguimos
hasta el borde del muelle, donde nos pusimos a escuchar el ruido del agua.)
M: Yo
solía pedir autógrafos. Aún lo hago, a veces. El año pasado vi a Clark Gable
sentado cerca de mí en Chasen y le pedí que me firmara la servilleta.
(Apoyada
contra un poste de amarras, la observé, de perfil: Galatea oteando las
distancias no conquistadas. La brisa le esponjaba el pelo. Volvió la cabeza
hacia mí con gracia etérea, como si la hiciera girar la brisa.)
TC:
¿Cuándo alimentamos a los pájaros? Yo también tengo hambre. Es tarde, y no
almorzamos.
M:
Recuerda, te dije que si alguna vez te preguntaran cómo era yo, cómo era, en
realidad, Marilyn Monroe, ¿qué dirías? (Su tono era juguetón, burlón, pero sincero
al mismo tiempo: quería una respuesta honesta): Apuesto a que dirías que era una
palurda.
TC: Por
supuesto, pero también les diría...
(Ya se
iba la luz. Ella parecía desvanecerse con la claridad, mezclarse con el cielo y
las nubes, retroceder y ocultarse detrás. Yo quería alzar la voz por encima de
los gritos de las gaviotas y preguntarle: “Marilyn, Marilyn, ¿por qué todo tuvo
que salir así? ¿Por qué es una mierda esta vida?”)
TC: Yo
diría...
M: No
te oigo.
TC:
Diría que eras una hermosa niña."
Yo le escribí un epitafio:
EPITAFIO
PARA M. M.
Aquí
yace un cadáver pecador
Hermanos
que pasáis ante esta tumba, no le arrojéis piedras
Si
dulce es la virtud, no lo es menos el vicio
–y
reparad en cuál conocéis más a fondo–
Aquí
yace un cuerpo bien bonito, comparsas,
aunque
no siempre tratado con el debido respeto;
caderas
anchas y blancas, cintura estrecha yflexible,
fue
grato a los espejos generosos
Los
mórbidos perfumes de muchas madrugadas vean
otros como él
otros como él
Nadie
lo juzgue con severidad
Aquí
yace la carne
en todo
el esplendor de su miseria,
aquí el
cuerpo y el alma de ese cuerpo
Los que
creen que creen se dijeron qué triste,
no supo
arrepentirse de su vida
hasta
que fue ya demasiado tarde
Pero
nadie rezó en sus funerales,
pues
así lo pidió en su testamento –un sucio manuscrito,
escrito
en una letra abominable,
dicho
sea de paso–
Ministros,
presidentes, generales,
señoras
y señores, policías:
Sabed
lo que ella hizo
cuando
estaba partiendo de este mundo:
Se echó
un buen trago de pisco,
poco
antes de partir.
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