sábado, 19 de diciembre de 2009

LADIES & GENTLEMEN, A TOMAR (EN) LA PLAZA

Hoy, a golpe de las 7 o 7:30 pm, junto al Kamarada Julio Benegas, Plaza Italia. El citado kamarada Benegas presenta ahí su último libro publicado en este agonizante 2009. El que no llega es un looser. Si ya tonight ahí mismo, monsieurs et madames, che kapes.
Montserrat Álvarez
(En la foto, a la izquierda, el autor del libro que se lanza esta noche. Pero nadie se preocupe, pues recién volvió de sus últimas vacaciones en el Neuropsiquiátrico, donde le fueron aplicados afeitada, electroshock, pulguicida y ablación de los lóbulos frontales, y dicen que está re tranqui, así que a la plaza sin corte tonight, que ya no hay riesgos, y aguante la ciencia médica.)

¡ADVERTENCIA SIN GASTOS A SU CARGO!

OJO-CHÁKE-STOP RIGHT NOW
Obs. 1: Esto no va para los amigos. Que un amigo tuviera que leerlo sería, en buen español, una guarrada. Amén. Puaj. Chau. ¡UF! Como a los amigos esto no les incumbe, ni vale la pena que lo lean. O sea, mejor no lo lean. Va para los que no me conocen y pueden ver, por ejemplo, en un audiovisual, otra cosa. Me he topado con el hecho pasmoso de que eso pasa. Ojo: si recién me entero no es porque yo sea imbécil. Sólo soy una persona en extremo despistada. Bien, me topo con que algunos pueden verme de modo que indica severo desorden mental e instintivo. Una lujuria pandémica ha convertido al rollo en una manga de gerontófilos (“Tu quoque, filius?”). A) No tengo ni tendré vida sexual B) y a mi provecta edad sería inmundo, perverso, escandaloso, salvaje, aberrante, blasfemo, marrano y puerco que la tuviera C) soy una mujer anciana y tengo derecho a mi jubilación D) y la verdad que aunque no fuera así lo que pasa es que soy demasiado esquizo-insocial-traumada-egoísta, esquizo-argel-autista y esquizo-esquizo para eso F) pero además soy tan horrible que, al que yo le guste, que se haga ver, en serio, porque está re mal del mate.
Obs. 2: Es experimento audiovisual. Si quiero coger, no es el método más fácil ni práctico andar haciendo experimento audiovisual. Los métodos populares son más simples y eficaces. Si eso no basta, tengo anormal fotogenia y de verme en persona tendríais que admitir, entre arcadas, que no soy físicamente atractiva. ¿No veis filmes de terror? El raro solitario siempre es más feo que pegarle a mamá en su día con una media sudada. Ése es mi caso. La fotogenia anormal, según especialistas, equivale a una ilusión óptica. Se ha publicado en Scientific American la tesis de que en la vida real Madonna es igualita a Ña Deló. Tras eso, no os asombre que yo, en carne y hueso, sea desagradable a la vista, pierda baba y ante la desproporción de mis facciones los correctores de texto, por vicio profesional, intenten colocarme entre paréntesis. Tengo yuruné, “pie de atleta”, que encima es lo único que tengo de atleta, tuberculosis, caspa, lepra, catarro, sida, hipo, acné, taquicardia virósica y una nueva enfermedad, “asimetría anal”, que sólo yo presento (se me está investigando) y que es nauseabunda, y por suerte para mí yo no la veo porque no tengo ojos en la espalda. Aunque soy tan deforme que no sería raro que tuviera ojos en la espalda.
Obs. 3: Ahora que me acuerdo, según los doctores sí tengo ojos en la espalda. Pero no veo nada con ellos por las legañas y el glaucoma. Eso hace mi caso clínicamente aún más interesante. Y eróticamente aún más repulsivo. Tengo también pulgas, dismenorrea, botulismo, boludismo e idiocia progresiva, todo en grado altamente contagioso. Ni si me hierven en Ayudín antes de tocarme dejo de contagiar. Y esto son videoclips. Vedlos como lo que son. Si leéis un texto mío, ídem. Si doy una conferencia o un seminario, es eso, una conferencia o un seminario. Y si vais a llamar a un cel para otra cosa, hay profesionales que sí os atenderán bien. Y, a propósito, soy pésima en la cama. Y si tengo pesadillas, grito. Y siempre tengo pesadillas. Y si grito hago que Bronco a mi lado suene más suave y culí que Edith Piaf. No existe bicho más incogible que yo. Mejor lo pasaríais con un apereá o con una rana. Podría mentir y decir que soy hermosa, pero “Amicus Plato, sed magis amicus veritas” (Aristóteles). Mirad o leed lo que yo haga como experimento audiovisual, poético, filosófico o lo que sea que esté haciendo y llamad a otro cel para lo que corresponda, mucha suerte y shameshá. Ego os absolvo. Ite misa est. Bye. Adieu. Opá la pleito.

lunes, 14 de diciembre de 2009

EXPERIMENTA

PRIMER EXPERIMENTO. Un programa al alcance del profano o amateur, as myself, con mis primeras exploraciones y pruebas, quizá rústicas pero al menos descaradas, a mucha honra, de sus efectos y transiciones de video, experimento que debo a gentileza pirata ─mil gracias, oh amigo Jose: sos el Bill Gates de Fernando─, un temazo de BLONDIE y las excelentes muecas psicóticas y exquizo-exquisitas de mis grandes compinches (R. I. P.) Antonin y Sid, básicamente. Objetivo inicial: hacer en lo posible justicia al tiempo y al ritmo de esta pista de audio con la parte de imagen pese al original carácter estático de las fotografías. CALL ME garantiza al menos un feliz soundtrack para la vida, aunque la vida sea inútil ─tan inútil como un videoclip (pero “Todo arte es perfectamente inútil”, claro está).



SEGUNDO EXPERIMENTO. Para mi perro, que por ahora no está en mi depa. Con un breve poema mío cuyo título no figura en el clip: DE CONSOLATIONE GEOMETRICAE (ADVERSUS EUCLIDES). Homenaje a mi perro, cuya belleza veréis en una medida que no le hace justicia (peor es nada) en los fotogramas donde actúa representando el más noble papel, el de sí mismo (o sea, el de Boris). Pero, dado que sale también cierto notable poeta en un par de escenas tomando Pilsen para las cámaras (normalmente es abstemio, según dicen), también posteo y envío este videoclip como obsequio para él por su reciente cumple ─felicidades, amigo Kuru, y un abrazote para vos, as always─. Abrazo también para los drugos o angels with dirty faces entre los que el nervioso patotero y malchico James Cagney vocifera su ira peligrosa, para Pettibon por la línea exacta de sus viñetas negras y, desde luego, abrazote para Michael Stipe, porque sí y por supuesto. Con vosotros, R. E. M. ‘Cause EVERYBODY HURTS ─sometimes.





TERCER EXPERIMENTO. Diría que el manejo de los recursos e imágenes que empiezo a probar ahora aquí es aceptablemente coherente con el propósito. Humor, elegancia y pathos de FRANZ FERDINAND, directo from Scotland con su perfecto estilo. Me dan ganas de comer porridge de avena con grasa de buey, mermelada de tocino y miel de abeto, croquetas de pulmón de chivo con cerveza de nabo y whisky de cabra, o lo que sea que ellos coman de entre las delicatessen de la fangosa haute cuisine que ha dado desde hace tiempo su fama tan, digamos, peculiar a las Islas Británicas y que hace así de charmants a estos lúcidos highlanders, a ver si se me contagia ─o me muero en el intento─. Bon appètit.


sábado, 21 de noviembre de 2009

MONÓLOGO ATRAPADO EN LA VEREDA

Esto es tipo un documento sociológico o algo por el estilo. Pasó lo siguiente: después de que se fueron N y O me duché y fui a comprar puchos.

El barrio hervía pese a que ya era casi el anochecer.
Montserrat Álvarez Poeta Me senté al filo de la vereda para hacerle el aguante a una perra y tomar el fresco. Es una perra que yo ya conozco porque me sigue siempre por la calle y le tengo que retar para que no suba detrás de mí si tomo un colectivo.

En comp
ensación entonces curto con ella cuando la encuentro po r el camino. Es en extremo feroz pero, ignoro por qué, al parecer hace una excepción conmigo, o yo le caigo particularmente bien. Es muy ágil pero un tanto inescrupulosa. Por ejemplo, suele cazar palomas y se las come crudas. Sin embargo, creo haber observado que tiene buen gusto musical.
Estando así en el borde de la vereda oí al viejo. Su vos me llegaba, según creo, por encima de la muralla de su patio. En realidad eran dos, pero al otro no pude entenderle una coma. De modo que he tenido que editar o reformatear ese diálogo reduciéndolo a monólogo.
Es que, sea por lo que fuere, busqué mi celular para grabar lo que el viejo decía, y de ahí vine a desgrabar y pasar ese botín a Word. No sé si es un botín bueno, malo o regular; eso lo dirán mejor que yo quienes entiendan de esta clase de archivos, materiales, fuentes o documentos.
Advertencia: Tuve que borrar casi todo el archivo porque no se entendían varias partes donde el ruido de la calle tapaba la voz del viejo, y además tenía mucho yopará, que yo manejo de modo demasiado deficiente para aventurarme a trascribirlo. Al menos logré rescatar un pedazo, que copio aquí mismo más o menos, o sea, lo mejor posible:
Montserrat Álvarez«He vivido muchos años pero todo fue tan rápido que esto a veces me parece que es como otro país. Será que nuestro país se nos pierde a los viejos por la ruta, jajá, se nos queda detrás. Opá ité.
«Los jóvenes creen en la democracia. No han visto nada. Un albañil tomaba antes güisqui a mil’í guaracas la botella, igual que caña. La democracia trajo la miseria. Les gusta a los intelectuales hablar de democracia. Ojalá repartan su plata democráticamente con nosotros. Su plata no la van a democratizar ni en pedo los letraditos, jajá. Hablan y oikó porá, suena lindo, a cultura, y se plaguean contra los burros que no piensan lo que ellos dicen.
«Quiero oírlos discursear un día que hayan pensado llevar aunque sea puchero de cuarta a los suyos en casa y no puedan, cuando aprendan lo que duele no poder darles ni eso; a ver si entonces eran incorruptibles, a ver si luego seguían criticando a otros. Esos letraditos que saben tanto de todo no saben nada de nada. Nunca sabrán lo que es irse a la cama con hambre.
Montserrat Álvarez
«Stroessner al menos a las cuatro de la mañana estaba en pie y sólo tenía una debilidad, las mujeres. Pero después las casaba, les ponía una mansión, las afinaba para ser señoronas del Cente y que ellas y sus hijos y nietos fueran lo mejor de la sociedad, y ay del que se recordara de que fueron sus amantes, de que las trajo llenas de piques y piojos de la campaña y de que recién a los veinte años se pusieron su primer par de zapatos. Era calentón pero pagaba bien por un servicio, jajá. Son los platudos de ahora; por eso son como son, un montón de hijos de puta.»
Bueno. He ahí el fragmento. No es mucho, pero no pude desgrabar nada del resto por las dos razones que arriba expliqué. ¿Qué opinan? Y, de paso, ¿a quiénes se refiere? =)

lunes, 16 de noviembre de 2009

INTUICIÓN, ANÁLISIS, ARTE: EL PORQUÉ DE PELAR PANZA

(Éste es otro pedazo en limpio de mi, ejem, filosofía.)
(Sí, mi filosofía, o sea, de Montse o Dama Satán, aunque parezca chocante porque yo no tenga barba ni la pinta de un señor erudito y venerable; me parece que ha habido gente tan freak como yo o incluso más freak todavía que yo en la Historia del Pensamiento de Occidente, si se fijan bien.)
Habrèis reparado en la costumbre de pelar panza en la vereda. Es muy de barrio. No de cualquier barrio: de barrio de gente dura, “guapa” e ingeniosa, que inventa trucos a diario para comer o se descuerea y vecinos “densos” que están en la pesada y delinquen. Desde que vivo en un barrio así, la he observado. Diré de paso que un barrio como éste ha sido un magnífico hallazgo para mí; como si la casualidad me hubiera, al fin, arrojado a mi hábitat natural. En cuantos sitios habité antes, me sentí una intrusa. Jamás estuve tan a gusto; tan, por ley darwiniana, me figuro, en mi propio elemento, como ahora.
Bien. Los “lecas”, señores de 50 o 60, suelen cultivar el hábito de pelar panza desparramándose, tereré en mano, en sillas de plástico ante sus casas, guaridas, huecos o baticuevas. ¿Por qué, en nombre de Belcebú?, me decía yo al pasar. No había forma de entenderlo por màs que lo pensara. Todas las hipótesis que concebía para responder a este enigma se iban por las ramas y terminaban lejos del problema planteado o eran sencillamente fabulosas y descabelladas. Pongo a Luzbel por testigo de que me concentré en resolver el caso con buena parte de mi capacidad de análisis. Mi cerebro ya empezaba a humear, y
nada. Pero me abstuve de preguntarles, sabiendo que ellos tampoco tenían la respuesta.
E
ntonces eso mismo que acabo de decir, o que me dije hace días al pasar ante un grupo de lecas pelando panza, chispeó luminoso en medio de mi frente. ¿No saben por qué hacen lo que hac
en? Claro que sí lo saben, ¡qué digo!, me objeté de inmediato con el presentimiento de la dicha de acertar con la clave. ¿Cómo no lo van a saber?¡No seas imbécil!, me increpé, propinándome un fuerte bofetón con la diestra y riendo de soberbio gozo por mi triunfo anticipado. Lo saben, ¡idiota!, pero no de la forma en que tú sueles saber lo que quizá a veces sabes: esto es, lo saben, pero no pueden decirlo. O lo dicen, pero como si no lo supieran, porque su saber es de una especie de saber que se ignora a sí mismo. Lo que buscas en vano conectando ideas, ellos lo dicen sin conceptos, y con el mensaje te indican el método, ¡bestia!, exclamé con orgullo. Estás a años luz de tu meta, yendo justo en dirección contraria, y cuanto más carburas, más te alejas.¿Cómo pretendes que unas proposiciones lógicas te aproximen a lo que por los lecas o cualesquiera criaturas humanas no está siendo formulado porque está siendo vivido? ¿ConoceMontserrat Álvarez Poetarás el olor del puchero que ha forjado esas panzas sin usar la nariz y valiéndote, en su lugar, de silogismos? ¿Hasta que abrumadoras simas de insensatez podrá precipitarte la necedad de tu inteligencia? ¡Jajajá!, bramé cual monstruo, volviendo con la mayor rapidez sobre mis pasos sin dudar un segundo. ¡Quieres pensar con la mente lo que piensan con la panza! ¡Craso error el tuyo!, reí como salvaje entrando velozmente en mi dpto. Saqué una silla y la puse ante mi puerta. Para no remedar ostensiblemente a los lecas, no se fuera a creer que me mofaba, con discreción y astucia me puse un short muy bajo, de los que se abotonan en la cadera, y un top muy alto, de los que dejan descubierta la cintura, a fin de que pelar panza pareciese fortuita y en absoluto ofensiva coincidencia. No quiero meterme en líos ni provocar a nadie. Asumí el semblante y la desparramada actitud de los objetos de mi investigación, y, en vez de analizar datos insuficientes, que tanto podían llevar mis conclusiones en una dirección como en la opuesta, dejé que la impresión de mi propio mensaje sin palabras ocupara mi subjetividad sin formularla, de momento, en conceptos ni en proposiciones.De tal modo alcancé por intuición lo que durante días se mostrara refractario e inexpugnable a los embates de mi abordaje analítico.Análisis e intuición se oponen en que la intuición brinda una visión sintética de lo que el análisis disgrega en sus componentes: si la intuición unifica, el análisis separa. La intuición abarca de un golpe de vista lo que examina el análisis con minuciosidad en cada detalle. Einstein valoraba considerablemente la intuición, aunque después de brindar directa y rápidamente la solución a un problema hay que analizar el proceso para demostrar lo hallado mediante razonamientos y ecuaciones. Pero ésa es una operación retrospectiva. Otro ejemplo es, en el caso de la filosofía, Descartes. Yo extendería esto a la experiencia del arte. Lo supe por azar, al hacer este breve experimento buscando el porqué del hábito de pelar panza ante el antro de uno.Lo que intuí no fue resultado de un razonamiento ni lo formulé como posible interpretación del pelar panza ajeno que debiera compararse con otras posibles interpretaciones para optar por la más adecuada. Apareció como parte de la vida y no de las ideas. Mi intuición me brindaba un saber inmediato, directo, no reflexivo, sobre cierta manera de ordenar la experiencia y estar en determinada posición dentro de ella.Yo soy un leca. Me he descuereado bajo el sol como albañil toda la vida. Mirá cómo estoy sudando. Trabajo mucho, carajo. Hay que luchar. Saco mi silla y la pongo en la vereda para gozar dMontserrat Álvarezel fresco: estoy ante el umbral del agujero que pago con mi esfuerzo. Me desparramo y pelo panza en la calle delante de mi morada porque cada ladrillo me cuesta esfuerzo, “guapura” y sacrificios diarios. Manifiesto que estoy en mi terreno y me pongo como en mi propia casa; marco mi territorio. Mi orgullo es que ni mendigo ni a mí nadie me regala nada. Esto es también mi bronca, al mismo tiempo. Estoy consciente de lo que soy; no me avergüenzo. A lo más, tengo algún eventual resentimiento. De carne somos, al fin y al cabo. Pero, en primer lugar, por esto me defino. Y este descanso me lo he ganado a pulso. Al marcar así mi territorio, todo lo que tengo consciencia de que soy es lo que pelando mi panza reivindico.Esto que describo retrospectivamente está verbalizado en un discurso analítico. Cuando me desparramé pelando panza en actitud de leca lo supe sin análisis verbal ni distinción entre la reivindicación, la territorialidad y demás contenidos de la subjetividad como conceptos y como expresiones no verbales (sino del cuerpo, los gestos, la panza, etcétera) y maneras de “estar” en la existencia. Esos contenidos, que el ulterior análisis explicita en la consciencia y separa de la vida, tenían la inmediatez y la tácita evidencia de aquello en lo que uno está involucrado.¿Pero donde entra el arte?, estaréis diciendo. Nada más claro. ¿Acaso si mi experiencia subjetiva consistiera meramente en conceptos y en análisis y conexiones lógicas para inferir respuestas en el campo del discurso explícito yo habría podido suspender el juicio de este modo? ¡No! Sería lo mismo que pedir a un reptil disecado que se exaltara al oír alguna música. Debéis saber que yo escribo poemas.Mirad un cuadro. Para ejemplificar este asunto, digamos. No es necesario que para verlo os desparraméis delante pelando panza en una silla de plástico; mi símil no es tan burdo y literal. Bien, cuando olvidéis el resto al captar lo que sea que captéis del cuadro, eso no estará restringido a él, ni tampoco su captación estará restringida a un discurso de vuestra consciencia, y cuando la vida y el cuadro compartan esa misma cualidad, la vida se entenderá mejor a causa del cuadro, y éste se entenderá mejor como parte de la vida. Pero en ese momento no haréis esta distinciónMontserrat Álvarez. No habrán palabras: habrá una experiencia.Y eso es lo que el objeto estético significa, y ésa es la manera en la que el objeto estético significa. Si tenéis que escribir una crítica del cuadro, el análisis será retrospectivo. Como lo es una demostración de Einstein respecto de su intuición, o, salvando la distancia, como lo es mi verbalización de lo dicho sin palabras por los lecas respecto de mi intuición sintética de los contenidos de su subjetividad, obtenida al disponer el cuerpo tal como ellos lo hacen.La intuición entiende de manera global e inmediata. Es lo usual en el arte, cuya experiencia se perdería si el primer acercamiento a una obra interpusiera entre ella y el espectador la práctica del análisis discursivo. Para tener la experiencia del arte hay que dejarse afectar por él. Sin dejarse afectar por el arte (un acto de arrojo, en cierta forma), la obra no comunica nada viviente, ni surge un eco inconsciente ante su sentido oculto. Queda inerte, sustrayéndonos su poder interno de significación, de modo que, aunque le podamos aplicar esquemas, y hasta “explicarla” y “clasificarla”, ya no seremos nunca capaces de entenderla.
IN-MORALEJA:
Éste es el atroz castigo que inflige el arte a la soberbia de la palabra engañosa y la tramposa razón. De Dios pueden decir los que tengan su experiencia que hace la misma cosa. Pero lo más terrible, en ocasiones, para algunos ilusos de nosotros, es que la vida inflige también ese castigo.

lunes, 28 de septiembre de 2009

MADRUGADA HOSPITALARIA

Montserrat ÁlvarezSólo si algún malestar, náusea, dolor o lo que sea muestra resistencia idiota a pasarse solo y ya no me lo banco, evoco el recurso entre tardomedieval y bajorenacentista (esto es, dantesco) del Hospital de Clínicas. Acto seguido, me trago el orgulo y voy. No voy si puedo evitarlo, pues debo confesar que nunca logré desarrollar el hábito de tragarme el orgullo. No obstante, debo reconocer que fui esta mañana, día lunes. Fui libro en mano: lo llevo con firmes zarpas, por mi miopía de topo, a la jeta, que entierro en las páginas para borrar la humillante circunstancia de que estoy en Clínicas. El libro hoy fue una novela, para mí algo plúmbea, de Woolf. No Wolfe, por suerte: si me hubiera divertido el libro, no lo hubiera cerrado para divagar sola ni hubiera dicho "Eureka!" Y creo que pillé por qué odio la hospitalidad del hospital (alusión etimológica cacofónica y pedante, además de sin chiste y estúpida, pero con el taxímetro de este cibercafé no pienso pulirla).
Hay que esperar horas en Clínicas. Fueron más al ceder mi turno en una fila a una vieja. No: más cortés y victoriano: a una decrépita dama. Tampoco. A una belleza septuagenaria. (¿?)Sé que es absurdo. Lo tengo: a una ciudadana de la tercera edad. Ecuánime, ¿no? Necio y ecuánime: Montserrat Álvarezmuy correcto. Sobre todo porque parece ser una edad de tercera. Le cedí mi turno para, sin ofenderla, poder yo tener la rara satisfacción de prescindir de su charla. Me arrepentí cuando, en la ventanilla, decidió obsequiar con los primeros ocho volúmenes de sus memorias a la secretaria, que no hizo nada para detenerla, mientras, tras ella, yo me beneficiaba de los profusos tesoros de su vasta experiencia sin poder evitarlo.
Ya en la antesala del médico que me adjudicaron, esperando mi turno, clavé la jeta en unos 30 o 40 salones de té llenos de Hillberys y Rodneys al lado de cuyos estados de ánimo el humo que sale de un tubo de escape un húmedo día de niebla sería transparente y diáfano como la luz de un mediodía estival. Al cabo de 3 horas, cuando, taza en mano, dialogaban dos de esas esfinges, yo ya estaba a punto de vomitar un barril de té completo. No siendo la vida real, no podía salir con un portazo del salón de té de turno rumbo a Honolulú, El Cairo, la India, Ponapé, el Polo Norte, Nepal, Paraguay u otro lugar lo bastante liberadoramente sucio, bruto, inculto y bárbaro. Hice lo más próximo, cerrando de golpe la novela sin marcar la página. Aunque no estoy criticando a Woolf. Esta novela no me ha atrapado por ahora; es todo. Pero no llevé otro libro. Así que decidí descubrir por qué aborrezco a los que van a Clínicas y me avergüenzo de contarme entre ellos. Me devané los sesos largo rato. Y lo pillé. Y estoy segura de que a todo el que lo lea le va a resultar absolutamente odioso.Es así: (Abreviado-expurgado-quintaesenciado:)-Venir a Clínicas implica horribles molestias.-Luego, los que venimos, venimos por algún motivo poderoso.-El motivo es que a veces ir al médico es importante para nuestra supervivencia.(Y aquí está lo estúpido del caso:) Montserrat Álvarez Poeta-¡Como si nuestra supervivencia fuera importante!Por no incluirme en la teoría dentro de ese mismo irritante rebaño del que, mientras la pensaba, en la práctica estaba formando parte, formulé inicialmente mi hallazgo en tercera persona. Así:"Vienen porque es necesario para sus vidas."¡Como si sus vidas fueran necesarias!"
Tras percartarme de la incoherencia, ahora lo corrijo, poniéndolo, puaj, en gregaria primera persona del plural.
De ningún modo me cabe protestar a este respecto, pues, como otras cosas igual de intolerables, yo misma me lo busqué.

jueves, 24 de septiembre de 2009

CLASE DE FILOLOGÍA EN ARKHAM UNIVERSITY

Catedrático: Dama Satàn, Doctora en Ciencias (Ocultas)
En italiano es alegre, de sonido claro y franco, y parece contagiarse y vibrar, como la risa: Amore! Da gusto oìrlo. Brinca enérgico del lecho en la mañana, dispuesto a conquistar cuanto desee. En alemán es tierno y melancólico, Liebe de larga "i"doliente y de mansa "b" que bala una condena desgraciada y dulce. Lleno de sol, chispeante, el Amore italiano es matutino, y en alemán el Liebe desfallece al ocaso. Pero en francés el nombre del amor es nocturno: Amour, "r" gutural, grave, que recorre la garganta sugiriendo lo húmedo y lo profundo, y "ou" que frunce los labios para el beso. Es caso obsceno no decirlo a oscuras.
Tormentoso, lascivo y vagamente sórdido en francés. En alemán, sentimental y lánguido. Luminoso y potente en italiano. ¿Y en inglés? Love. Monosílabo insípido, sin forma ni color, opaco, expeditivo, profiláctico. Y en cambio qué expresivo su antónimo. Odio: Hate. La angustia criminal de esa jadeante aspiración que lo abre, la abrupta puñalada de la "t" que lo cierra, lapidaria y letal, y en medio la música malsana del brillante diptongo tan fuera del lugar como un orgasmo en lo alto de un patíbulo o una sonrisa dentro de un manicomio. El monosílabo "Love", palabra insegura de sí misma, que hace un papel penoso en todas partes, se queda corto; en "Hate", no ya una sílaba entera, sino una millonésima de segundo que se añadiera a su sonido al pronuciarla sería un error tan necio que debiera castigarse con un asesinato. El inglés: qué inteligencia para lo espantoso y que tosca ignorancia del amor. Delicioso, exquisito: un idioma realmente siniestro.
Y ahora, mi terreno. "Amor", en español.
Sí. Ejem. Amor, en español.
"Amor, en español..." Amor en español, ¿qué?
Puf, me es demasiado familiar, supongo. A la pinta. Lo he visto tan usado y tan adulterado, lo he oído y lo he leído en tantos disparates, cursilerías, farsas, payasadas y pelotudeces qué cómo me va a inspirar ninguna idea. Por lo tanto, ¿qué culpa tengo yo?
A ver. Liebe se suspira, buscando alivio del peso de la excesiva emoción. Amour se susurra muy cerca del otro, erizando su piel al rozarla los labios. Amore es demasiado hermoso: merece ser cantado. Tenores y sopranos cantando bajo el sol su aria radiante,
molto, molto vivace!
Ya hice la telenovela alemana, el porno francés y la ópera italiana. El documental de medicina inglés lo omití para que no se duerman. La caricatura no puede caer más bajo. Y aún no puedo decir nada del Amor. Sí, en español. ¡Tiro la toalla! Me da náuseas la filología. Cámbiense de petulante, digo de catedrático; yo me marcho a la Tebaida para hacerme anacoreta. Renuncio. ¿Qué culpa tengo yo? He hecho todo lo posible, y sigo sin saber absolutamente nada del Amor. ¡Así que, por ende, puaj! A mí no me interesa. Si quieren averiguarlo, se los dejo de tarea.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Filosofía parasitaria (-adelanto)

Uno suele ignorar por qué hace lo que hace y a veces tiempo después brinca desnudo de la ducha a la calle gritando "Eureka!" Me acaba de pasar. Lo que pillé de golpe es:Uno nace a) en la orilla de donde salen los parásitos o b) en la habitada por los que denigran a los parásitos. Uno puede no ser a) parásito ni b) denigrarlos pero no logra verdadera independencia si sólo conoce su orilla y no sabe cómo se ven las cosas desde la otra, y como la mente es ambiciosa y la curiosidad es un peligro uno quiere ver TODO el panorama, no una parte, en éste y en cualquier asunto pensable, de modo que trata de llegar arriba para ver ambas orillas y el río entero y aún más allá, pero leer libros sobre la orilla opuesta no evita que uno sólo conozca lo que se siente estar en la "suya", limitación horrible para una mente de veras locamente ambiciosa y que por ende sabe que para entender mínimamente algo no basta con leerlo. Así entendí por qué pasé a estar durante casi 2 largos meses en la orilla que no conocía. En términos materiales fue incongruente, ya que no me benefició sino que me perjudicó de modo cómicamente absurdo; bueno, en realidad de un modo atroz, pero qué importa: lo que importa es que, aunque no haya obtenido los beneficios por los que el parásito acepta su degradación, la degradación al menos creo haberla conocido, lo que ya es considerablemente más de lo que hubiera podido conocer si no hubiera cruzado desde mi orilla a la otra para poder ahora, al fin, sentir que ya no estoy en ninguna.
Que es lo que siempre quise. Y tanto me gusta esta liberación, que ahora mismo, aquí abajo, empezaré a adelantar un posible Ensayo o Tratado sobre esa condición tan poco estudiada, que yo sepa, que es la condición parasitaria:

"Filosofía del Parásito (Borrador / o Adelanto)
"*Un perfecto parásito no pronuncia lisonjas: su sola condición ya lisonjea a su amo.
"*Por vivir a su costa, barniza a su bienhechor con tal aura de virtud que hasta sus insultos le sirven de lisonjas. Sobre todo si hay testigos. Así sucede que, a veces, cuanto más cree afrentarlo, más lo adula.
"*Si no se escapa, dejará de existir como otra cosa que proclama viviente de la virtud ajena -y, por supuesto, de la infamia propia-."
Observación: eso último es el sentido ontológico del parásito, que no existe por sí mismo pues su ser parasita a otro del cual recibe una sombra de existencia. En el caso del parásito, "sombra" se escribirá "so(m)bra".
Ah, y un Principio:
"*No hay trabajo peor pagado ni más duro que el de ser un parásito."
Otro párrafo más, para que no sea muy poco adelanto:
"*En toda explotación hay víctimas y verdugos, pero el peor de los segundos es aquel que explota a sus parásitos, de los que se dice víctima: no hay peor ingratitud que la de los bienhechores."
¿Qué tal? ¿Les pega más la paradoja, como en el último caso, o preferirían más análisis de la psicología del parásito, como al principio, o sugerirían algo más, o todo eso mezclado?
Observación: Sócrates deploraba en la tragedia su irracionalidad, sus "causas sin efecto", sus "efectos sin causa". Un error. La lógica de lo fatal es perfecta como una ecuación algebr
Montserrat Álvarez Poetaaica, un diagrama semántico, un silogismo, un reloj, sólo que de tan profunda, abisal y subterránea, es tenebrosa, pues la luz --ni siquiera la luz de la razón-- no llega tan adentro ni tan hondo. La luz es cosa de las superficies. Pero en esas tinieblas está lo más real, aquello de lo cual emerge todo: la raíz.
Y así también de oscura, de lógica y fatal es la existencia. Mírenme a mí, si no, que con cada uno de mis disparates ejemplifico 30 veces al mes estos misterios.

jueves, 10 de septiembre de 2009

LAS PALABRAS. POST FATALISTA-CHÚLINA-PATÉTICO-LACRIMÓGENO PERO CON IMPLICANCIAS FILOSÓFICAS A BULTO SI HAY USO DE CEREBRO, LO JURO

Alguien me dijo hace tiempo: “La palabra se hizo para distorsionar y encubrir. Quieres de las palabras lo que no pueden darte. Buscas certidumbre, y las palabras mienten. Hay entre los seres lenguajes más genuinos. Lo que tú necesitas, yo no debo decírtelo: lo tienes que sentir”.
Yo le respondí: “Pero de los lenguajes más genuinos siempre estuve excluida. Nunca participé de todo aquello tácito que sin palabras une a los humanos. Nunca pude entender a las personas”.
Me pareció de pronto que me estaba alejando y que ya tenía que aguzar la vista para distinguirlo en lontananza, pero seguíamos en la sala, y mientras intentaba sobreponerme a esta ilusión oí desde lejos su voz, que con discreta tristeza me preguntaba: “¿Por qué?” Pero yo no lo sabía.
Desde mi primer recuerdo está ya esta interior distancia desolada. Nadie la ve, y yo pronto me adiestro en ocultarla. Aprendo los gestos de las emociones, ya para reproducirlos si es preciso, ya, más frecuentemente, para no desentonar con ellos ni llamar la atención. Un instinto me hace temer que se sospeche de mí que no comparto tan profundos vínculos; tengo la sensación de que es muy peligroso, y por eso lo esconderé toda la vida.
Así he crecido. Los demás veían en mí una hermosa criatura. Yo encubría mi deformidad oculta e invisible, mi monstruosidad secreta de solitario fenómeno. Y hoy, cuando algún humano, ignorante de mi horrible ser, me dedica un gesto de bondad o de delicadeza, debo erguirme de golpe, volver el rostro y mirar a otra parte para no quebrantarme y sollozar. A veces aprovecho algún descuido generalizado para irme del lugar veloz y calladamente.
Me preguntó un amigo el otro día: “¿Qué es lo que te hace creer que nadie podría amarte?”
Las personas están juntas cuando aproximan sus cuerpos y comparten al hacerlo mudos saberes que ignoro. Pero la desolación que guardo, por cerca que mi cuerpo esté de otro, abre entre nosotros tal distancia que desaparezco en el horizonte. Me pierde el otro así, y yo también me pierdo. Porque, en el fondo, yo nunca he existido.
A la edad en que se aprende a ser, no aprendí; ni a ser como los demás, ni a ser como nadie. No reflejé lo que eran los humanos; me habitué a repetirlo, por cautela, sin entender ni sentir. Y tampoco nadie me reflejó a mí en mi rareza, único individuo de mi especie. Y sin espejo que uniera mis facciones, no conseguí tener ni tengo un rostro. Dispersos trozos de nadie que conjuga una mera ficción de la gramática me permiten jugar alucinadamente a que algo existe cuando digo “Yo”.
Hace unos meses quizá tuve la posibilidad de llegar a existir; creí reflejarme en otra mirada. Pero no habiéndome yo visto en una mirada originaria para saber ahora verme en ésta; y no habiendo confiado en la certeza sin palabras de un abrazo anterior a éste con que me tomaba él, primer abrazo que debía haber estado ahí cuando aún no existían, supongo, las palabras, y no estuvo; y no habiendo encontrado, pues, yo ciertas cosas al llegar a la vida, como todo esto nunca antes lo sentí, me asusté, porque no lo conocía.
Así, no teniendo parte, por carecer de esta universal destreza, en lo que reúne a otros de modo menos equívoco, más veraz que las palabras, fuera estoy para siempre del hogar de los humanos. Y como sólo tengo la palabra, que es falsa y engañosa, he de forzarla a que no lo sea para mí; a que no distorsione, sino que transparente; a que revele, y no mienta; a que diga lo que soy, en vez de disfrazarme de otra cosa.
Porque si consigo hacerlo, aunque sea sólo un instante, en un fugaz poema, entonces la palabra, durante ese mísero minuto, no separa sino que comunica; y porque mientras dura ese minuto no hay distancia ni miedo ni desolación; por todo esto, desde la soledad, tempranamente he tomado la palabra.
Porque no tengo rostro ni consisto más que en desorden, vértigo y locura, pero si alzo la voz en un poema no hay lucidez que falte en su conjunto; y porque, mientras digo ese poema, tan coherente y real como el poema soy; por todo esto, desde el caos, yo he tomado la palabra.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA SECTA DEL PERRO

Boris
Postearé algo que peripatéticamente, o sea, caminando con un socio, que es filosofar al modo aristotélico, comentaba cual lección de mi paso por casa de esa ñorsa* (*ver post anterior).
Lo que esté en 1era persona del singular no estará así por egocentrismo (no en este caso) sino para que no suene a imperativo o moraleja. Así, si otro quiere adoptarlo, adelante, y si nadie quiere hacerlo, igual.
Aquí NO hay sabiduría. Pero al que le pueda pegar, que lea:
1. Caminar por empinadas calles rápidamente algunos kilómetros bajo el sol, como mi interlocutor y yo hacíamos al comentar esto, para esa señora no es posible, ya que no puede andar media cuadra sin una camioneta con aire acondicionado.
2. De hecho, esa pobre señora apenas puede moverse.
3. Para un indigente extremo ni siquiera ir en colectivo es una opción.
4. Un pasaje de colectivo, para ese indigente extremo, pertenece al conjunto de lo inaccesible, que para él es el de casi todo lo existente.
5. En ambos casos pierdes libertad.
6. Por mi parte, pues:
7. no quiero tan poco,
8. como para no poder hacer casi nada,
9. ni tener más de lo imprescindible,
10. porque eso te hace depender de lo superfluo (que se te vuelve imprescindible),
11. y porque poder hacer menos cosas sólo con tus capacidades te hace eso: menos capaz, o capaz de menos;
12. por ende, te menoscaba y debilita,
13. de modo que, en cierta forma, eres menos cuando tienes más.
14. Así que, en cierto modo, deseo ser capaz de tener lo menos posible.
15. Una señora como ésa se vuelve menos libre por depender de más cosas
16. y esa ñorsa, si alguna vez la tuvo, pierde libertad.
17. (Claro que eso a la ñorsa no le interesa.)
18. El indigente no ha podido perder lo que nunca tuvo, es decir que no ha perdido nada.
19. Pero la pérdida de libertad de la ñorsa me da la sensación nauseabunda de una degradación turbia, de un oscuro envilecimiento. (Éste debe de ser uno de los motivos por los que tal ñorsa siempre me causó una confusa repugnancia, que sólo ahora empiezo a comprender.)
20. Finalmente, conecto esa reciente experiencia con la Secta del Perro, recordando que se contaba de Diógenes que se puso contentísimo al ver las comodidades, lujos y refinamientos que ante él se exponían, diciendo: “¡Chaaaau, cuántas cosas que yo no necesito!”.
21. Diógenes y todos los cínicos, o “canes” me dieron mi único proyecto importante.
22. Pero cuando el aguafiestas y cortamambo Principio de Realidad intervino aclarándome que no estamos en la Atenas donde Crates iba medio en bolas por el Ágora y que si lo emulo la onda se va a densear aunque explique que profeso la filosofía cínica, renuncié a mi sueño de vivir conforme a lo que llamo libertad.
23. Cierto que renuncié, pero lo hice muy-muy-frustrada, y nunca dejó de atormentarme tan feroz frustración.
24. Mi primer y más grande entusiasmo, infantil por su remoto inicio, ni terminó con la niñez ni terminó realmente nunca: ¿cómo resignarme a no vivir según las ideas de la única escuela filosófica que respeto y amo incondicionalmente desde los 4 años de edad hasta este día del año 2009 en que tecleo el presente divague?
25. Pienso, después de lo sucedido, que quizá no esté perdido del todo el antiguo ideal de la Secta de los Canes. Tal vez bastará que alguien (o sea, obviamente, yo) vuelva a pensarlo hoy, de otra manera, leal, mas no literal. Alegremente vuelvo a decir, pues:
HONOR AL PERRO.

VIVE PARA TU FILME

El segundo taller lo pensé hace poco cuando me preguntaron si mi cumple fue el 12 de junio y repliqué que sí pero que estaba, por motivos muy raros y arduos de entender que mejor contaba después, en un lugar tan asqueroso que por no ver la cara de cerdo de una ñorsa me metí bajo las sábanas y no salí ni a la esquina.
Entonces, por cierto, la ñorsa se pichó al ver mi repugnancia y empezó a aplicarme mil formas del viejo y abusivo jueguito de la tortura psicológica. Y, éste es el lado cómico, me hizo “estelarizar” breve telenovela en el adorable, grácil, masoco, irrisorio papel de gentil e indefensa Cenicienta, víctima de ella, es decir, de la señora en cuestión, que, por su parte, física y psicológicamente es clavadita a la bruja del cuento; y personificamos tan bien como si otro (¿Dios? Qué mal guionista) hubiera hecho un casting.
¡Ay de mí [aquí les clavo suspiro+sollozo apagado+mohín+el combo completo y cuando quiero, me consta, soy del todo irresistible], tan cruel fue conmigo, snif, bujú, ¡ar!, ese sapo gigante con pollera, y tanto me torturó con el adiposo poder de la fealdad y la plata, dos caras de lo corrupto, y tanto odio volvió contra YO, dulcísimo ángel-luminosa hada-leve mariposa-damnificada de la poesía, que literalmente tuve que ser raptada en coche por unos amigos para huir aprovechando un descuido de la bruja!
Si le quito lo caricaturesco, Believe it or not!, es 100% cierto, así de raro es lo que me pasa todo el tiempo, aunque mueran de envidia los demás posers, y como nadie creerá que mi existencia es así, aunque lo sea de modo rigurosamente cierto, mientras yo viva, o sea, como estas cosas a uno se las creen sólo póstumamente, sobre todo si se hace una película sobre la vida de uno, convoco al primer taller exclusivo para posers "VIVE PARA TU FILME".

TALLER --EXCLUSIVO PARA POSERS

TALLER
«VIVE PARA TU FILME»
Sólo para POSERS

Todas aquellas gentes que NO se crean fascinantes hasta por tener pie de atleta, todas las que tengan de atleta algo MÁS que el pie, todas las que NO estén tan ciegamente seguras de que son extraordinarias que al contar sus idioteces NO traigan risas grabadas (llantos grabados / esputos grabados), todas las que NO hagan gárgaras de vodka para oler a cirrosis terminal, y en general TODAS aquellas gentes que apesten a naturalidad, por favor ABSTENERSE.
El primer valiente que se inscriba liga unas 2 o 3 remeras con su cara, además de la agradable envidia de todos los demás participantes.
Los últimos son loosers y se quedan a cargo de la boleta de Ande del local.

TALLER --CUANDO LAS PALABRAS...

TALLER
«CUANDO LAS PALABRAS NO SON SUFICIENTES»
ARTE Y CIENCIA DEL EMOTICÓN

Descuentos conversables para otakus y emos
Los que vengan casi a tientas o semi tuertos por tener medio flequillo tapando un ojo completo, 0,03 % de descuento; los que tengan cosido a tajos al menos un antebrazo, 0,031 % de descuento; etcétera.

SÓLO PARA JODER

A continuación me inventaré un emoticón capaz de transmitir el insondable abismo, la gratuita crueldad, la abisal atracción ante la propia, ilimitada capacidad para el horror y la malevolencia de mi mente torcida:



°_°



Me quedó tan %$#/fuck$”#!”Ç%ª@º!!!!#/º!!!! ñembo chúlina porque no conozco este teclado.

martes, 1 de septiembre de 2009

VED, AQUÍ UN FRAGMENTO DE, HUM, MI FILOSOFÍA, BY DAMA SATÁN, I MEAN, O SEA, YO

EL ESTILO

Uno hereda palabras, conceptos, un discurso que dice por igual las ideas y las pasiones de uno y las de cualquier otro. Que dice de mí sólo lo que ya tengo en común con cuantos hablan también ese lenguaje.
Lo que sólo mi ojo vio y sólo mi piel sintió, cómo sólo yo viví esas palabras y sólo a mi experiencia se dieron esos conceptos, conceptos y palabras no lo dicen.
Lo que dicen existía antes de mí y me sobrevivirá. Mi intransferible, solitario quemarme en el tiempo no lo dicen. El vértigo secreto de mi irrisoria mirada irrepetible no está en la vasta duración que me excede. Que sólo se aplica a mí como una ley a un caso.
Para decirme encontré palabras ya hechas: “miedo”, “locura”, “belleza”, “risa”, “caos”.
Dicen lo perdurable, lo que está en mí, en todos y en ninguno.
Y al decirlo me callan, pues dicen lo que perdura, mientras yo soy lo que muere. Lo incorpóreo y eterno del antiguo legado me niega porque yo soy el aullido del tiempo y de la materia.
Pero porque mi materia es la muerte tengo pulso. Porque mi corazón un día no lo hará, ahora palpita. Y porque en mí se encarnan los conceptos, estos no están inertes.
Se encarnen en cuerpo altivo y nervioso o pasivo y tardo, impulsivo y móvil o inhibido y cauto, enérgico y vivaz o lento y manso, si al decir yo las palabras logro que suenen con la física voz fugaz, mortal, de mi garganta, el ritmo de mi sangre dejará en ellas la marca de mi estilo y las animará con la vida fugaz de mi organismo.
Con mi estilo no doy forma al discurso desde fuera como quien lo decora u ornamenta. El ornamento es lo superficial; pero el estilo siempre es lo más profundo.
Por mi estilo, si acaso, por ejemplo, fui poeta, no me limité a escribir mi poesía, sino que la llevé puesta como los huesos.
Que tenga un estilo no implica que lo que escribo sea mejor o peor que lo de otros, sino que sólo yo puedo firmarlo, como sólo yo en mi nombre respiro, camino, hago el amor, sonrío, me ensombrezco, me asombro o me emborracho.
Lo que sólo yo soy, lo que en mí nace condenado a muerte, es lo que nadie más sabrá si no es por mí. No importa cuántas veces se haya dicho. Si yo lo digo como tan sólo yo puedo decirlo, estará siendo dicho ahora por vez primera. Esto es mi estilo.
Cuando yo sea polvo, mi estilo hará que brinquen las palabras con el ritmo de mis ademanes, y marcadas con sangre, con mi sangre, brillarán con la vida que lo eterno nunca les pudo dar, pues sólo lo que muere ha podido estar vivo alguna vez.

lunes, 31 de agosto de 2009

«¡TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS!»

Montserrat ÁlvarezDe los tres mosqueteros, ¿cuál es el único que puede aparecer en un capítulo cayéndose de borracho sin que eso lo rebaje? Athos, por supuesto. Antes que por su temperamento, por su imagen. Por su mirada honda y su hábito lacónico, su eventual elocuencia y su grave tez pálida, su porte erguido y sus oscuros ojos. Los mosqueteros como personajes están vivos por su temperamento y por su imagen, que expresan lo que son.
La experiencia de la corporeidad no es «estar» en un cuerpo como un pan «está» en un cesto. No se piensa ni se siente, no se vive ni se muere de igual modo desde el cuerpo de Porthos que desde el de Aramís. En los tres mosqueteros (cuatro pero siempre tres: D’Artagnan, el héroe y el testigo, es cifra aparte), como en las personas reales, el cuerpo es metáfora de lo invisible y lugar donde se manifiesta lo secreto.
Porthos, por cuyas hercúleas proporciones y potencia carnal Dumas lo llama «coloso», vive, piensa y siente en el exceso de robustez del cuerpo, y grande como su masa, compacto, bárbaro y limpio es también su corazón. Porthos debe su poder a su carácter simple, no compuesto, puro y elemental, como los «elementos», básicas, grandes fuerzas de la naturaleza —la tierra, el viento, el agua, el fuego— son simples o sin mezcla (sin la complejidad que la mezcla supone), y por eso su vigor.
El atractivo andrógino de Aramís está en su piel, frágil y suave «como de doncella»; en sus cabellos, delicados «cual los de una mujer». Es ambiguo, no elemental; complejo, hecho de duplicidad y mezcla, equívoco y de belleza que más que seducir tienta, como lo hace el pecado. Híbrido y complejo en todo, su fascinación y su peligro están en su aptitud indistinta para el bien y para el mal.
Los destinos de ambos se presienten desde su aparición en escena. Por su carácter y su fisonomía. De la fisonomía se dice que es superficial, pero la superficie da cuenta de lo oculto.
Por ello, Athos es fatalmente el que se aparta para soñar a solas con la muerte. El que lleva la sombra de un pasado sin solución posible. El único que puede embriagarse sin resultar grotesco. Sólo él puede estar borracho sin dar risa, Athos, lado oscuro de una trinidad aventurera formada por su propia apostura sombría, la desbordante vitalidad de Porthos y el perverso brillo de Aramís. Tres modos de pensamiento y tres modos de pasión. Tres modos de experiencia y tres lógicos destinos. Que confirman su carácter uno y trino cada vez que D’Artagnan se une al grito de guerra —«¡Todos para uno y uno para todos!»— donde el raro saber de la ficción celebra (parafraseando, según creo, a Wilde) la profunda verdad de la apariencia.

martes, 21 de abril de 2009

EL DIVAGUE DEL ROCKERO MELANCÓLICO

Con los perros tenemos una banda, “Billiboy y sus drugos”. Yo soy el vocalista. Marco cada consonante y sílaba como si comunicara algo grave, urgente, de vida o muerte, que hay que entender ya mismo, aunque las letras no justifican esto. Es más, dudo que se entiendan, y a veces hasta que tengan sentido. El bajo y el guitarrista caen en trance como hacen en Oriente los derviches, unos tipos que profesan una religión extraña, es decir que Lalo y Juanjo, el bajista y el guitarrista, saltan un montón de veces, giran y dan unos aullidos que no se pueden ni ensayar ni repetir. Alfonso, el baterista, es el tipo más fuerte que he visto en toda mi vida. En los platos descarga su furia de mamut sin matar a nadie ni irse preso y su fuerza amorfa adquiere como una especie de forma. Mejor eso y no que rompa todo o mate a un atorrante y haya que visitarlo en Tacumbú y pasarle un cinco mil para su caña. Si Juanjo y Lalo quedan tirados por el piso de kaúre, se echa a cada uno en un hombro y los pone en algún rincón seguro para que tumben más dignos, con cierta privacidad. Creo que eso manifiesta sentimientos delicados. Y fuerza, obvio. A eso iba. Serán flacos como lagartijas, pero alzar a dos ñatos como si nada, yo no podría, y no soy trolo ni débil y estoy hecho a trabajos duros y broncas densas. Es que Alfonso es otra cosa. Sus noches parecen películas yanquis sobre desastres naturales. El día que se piche dejará más damnificados que un huracán o un tsunami. Por mi parte, prefiero tenerlo como amigo.
Él y yo somos los viejos de la banda, aunque sin ser viejos-viejos. Los verdaderos viejos no tienen cabida en nuestro mundo. O estás de paso y te salís a tiempo, o perdés joven. Joven para perder, al menos. A nuestro mundo se llega temprano y nunca sos demasiado pendejo. Si no te toman en serio, no te hagas ilusiones: es por otros motivos, no por ése. Pero Alfonso y yo pasamos hace un buen rato los treinta, Juanjo y Lalo no llegan a los veinte y eso hace una importante diferencia.
Esa importante diferencia es: Juanjo y Lalo creen que podríamos tener éxito, un harén de grupis por cabeza, el mundo a nuestros pies, toda esa mierda, y nosotros ni en pedo. Nos da una mezcla de risa con ganas de vomitar que se lo crean. Sólo que no se lo decimos. Porque antes de los veinte tenés que creer en alguna clase de estupideces, mientras llegas a estar lo bastante templado como poder aceptar que (a) el mundo no es para tipos como vos, que (b) el mundo es para otros y que (c) no lo vas a arreglar con rock ni (d) a trompadas porque esos otros (e) no pelean de frente sino detrás del dinero, la moral, los diputados, la policía, las leyes, la ética y mucha mierda más por el estilo, así que (f) tocamos como el perro persigue su cola, o sea, con gran pasión: pasión por algo imposible. Todo perro sabe que no atrapará su cola (nunca ha existido un perro tan imbécil que lo crea en serio). Justo porque es imposible se agita, corre y se empeña. En suma, que (g) lo hacemos sólo porque no podríamos no hacerlo y que (h) no nos “roba” horas “útiles” ni “hipotecamos” así ningún futuro porque (i) no tenemos un futuro ni tampoco (puag) “horas útiles” porque en el fondo, y por eso solemos acabar mal, (j) aunque pudiéramos, no aceptaríamos tener porquerías como esas.
Alfonso y yo sabemos esto y sabemos que lo sabemos. Lalo y Juanjo medio que ya lo sospechan o en parte por ahí lo saben pero aún no están listos para saber que lo saben. Alfonso y yo tenemos ya menos ilusiones y más calle. Esa es la importante diferencia. Cuestión de tiempo, nomás.
Arriba, en el escenario, Lalo y Juanjo caen en trance de salvajes y los ojos del baterista, ciegos, están alucinando cosas como vidrios, ruido, incendios. Los cuatro ahí estamos locos pero no soltamos el control. Si yo veo que estoy ya por perderlo, me apodero de esa cosa que es puro odio. Sé que podría romper, si me dejara llevar, los huesos del lenguaje, y matar las palabras que me enseñaron a decir los otros, bramando un grito idiota y sin sentido como lo es el mundo, pero no lo hago sino que al borde mismo, al filo de lo sin palabras, precisamente, alzo palabras más claras con voz más firme y congelo en sílabas exactas como operaciones matemáticas y deletreo con más precisión lo que debo decir.
Entonces digo: ustedes. Digo pena. Digo hola. Digo yaguá. Digo: No. Digo mierda. Digo nosotros. Digo pan. Digo Yasy. Digo yaguá pirú. Digo ma femme. Digo mitá cuñaí. Digo joint. Digo plaza. Digo eskina. Digo che eskina kué. Digo ñande eskina kué. Digo che vida kué. Digo ñande vida kué. Digo adiós. Digo mujer. Digo mi mujer. Y sigo. Digo adiós mi mujer so long my girl Digo baby ya opá Y ahí ya estoy cantando mis palabras y digo it’s all over ma femme y digo nevermore y digo el sueño el despertar la muerte y a esa altura ya estoy girando y bailando lo que digo y abajo los demás ya también giran saltan y yo sigo diciendo cosas elementales básicas compactas
Digo muerte digo adiós the promise land adiós the golden days adiós my girl digo so long Digo tajy digo ará digo pájaro digo ríos arroyos San Lamuerte digo che roga ñande roga kué digo hey girl digo en qué eskina de la noche ahora digo en qué lecho dormirás right now digo hola kamaradas salud digo brindemos kamaradas porque todos nos vamos a morir digo salud brindemos kamaradas felicidades digo kamaradas bebamos Digo salud Digo felicidades kamaradas brindemos porque todos nos vamos a morir Para todos muchas felicidades
Digo lo que quiero decir antes de que el amanecer lo borre todo porque arriba en el escenario los cuatro creemos que tiene sentido y que es muy importante decirlo, y ya, rápido, ahora mismo, y giramos bárbara y bellamente en baile doliente, loco, dichoso, desesperado.
La empleada un día se llevó de casa el televisor nuevo. Ella no tenía ninguno y, aunque yo no lo había pensado, obviamente le sería lento y penoso tenerlo. En cambio, era tan fácil tomar ese e irse… No volvió, claro. La habrían hecho pagar su botín trabajando por menos plata un tiempo infinito, pues ya por mil horas ganaba una miseria. Lo peor es que mis viejos eran lo que se llamaría “intelectuales de izquierda”, así que se tenían que justificar todo el tiempo ante sí mismos por su bienestar poniéndose moralmente por encima de los otros, y ella habría escuchado tan inhumanos argumentos morales que en su cerebro no quedaría un milímetro libre de la idea de que era una cucaracha. No sabía ni leer y estaría inerme ante el discurso del matrimonio justiciero. No volvió, y en su ausencia la juzgaron con un ensañamiento que desconcertó al adolescente algo bruto que yo era. Hablaron de “ingratitud”. Eso fue lo que me sonó más inquietante, por jeroglífico. Viendo a mi familia unida por el odio, o, como ellos creían, por la solidaridad ante la traición, de pronto me pareció torcida, ajena, y me sentí un intruso disfrazado, un espía, un extraño. Tosí. Tragué saliva. “Papá”, dije, “¿no es más lógico? En casa dos teles y ninguna en la suya... ¿No es mejor que haya una en cada casa?” Mi viejo me miró mal, con dureza: “Nada justifica el robo”, soltó. Pensé: “Pero, ¿quién es el ladrón?”, y ya nunca me sentí en mi casa, ni en esa, que lo fue, ni en ninguna otra casa.
Seguro que este caso es una boludez, sólo que, ¿y si la vida es tan tonta que la deciden pavadas como ésta, u otras tan estúpidas que uno ni las recuerda?
En fin, tenemos una banda que mete mucho ruido en los conciertos y nos gusta tocar muy fuerte, en serio. Juanjo y Lalo no están bastante hechos y derechos aún para enfrentar que el mundo no es para tipos como ellos, como yo o como Alfonso, pero aquí se aprende rápido, y ya sospechan. Cuando no les quepan dudas de esto, su entusiasmo se apagará un tiempo. Lo mantendrán por fuera mientras por dentro deciden. Esta decisión se toma a espaldas de uno mismo. Las cosas importantes son las que uno decide sin saberlo.
En ese tiempo decidirán que ésta fue su etapa adolescente y ya toca estudiar, ponerse serios, ser como sus viejos, con ñorsas como sus viejas y todo eso, y les irá muy bien. O podría no suceder así.
Podrían pensar que éste no fue el weekend de su adolescencia ni una etapa poco seria. Podrían creer que no es ninguna etapa, que la vida seria no es seria, que la vida normal es anormal y apesta. Y si eso sucediera, entonces, como Alfonso y yo, sin darse cuenta, tardarán mucho en salir. Tanto, que un día entenderán que, sin saberlo, a espaldas de sí mismos, hace tiempo ya que decidieron no irse. Y es así como uno se queda.
No es malo. De salir, la vida habría sido más linda y cómoda. Más decorativa. De juguete. Pero, si te quedas, te irás volviendo más real, más parecido a nadie, más en bolas, más tu cruda contextura linda o fea, más como si cavaras en tu propio hueco y te hicieras más cierto, más pastilla amarga sin baño de caramelo, más sin perfume, forro ni vaselina, más de verdad.
No parece gran cosa, de acuerdo. Pero míralo así: este mundo es tan trucho, que aquí el fracaso es lo único que no puede dar vergüenza.

MONTSERRAT ÁLVAREZ

Asunción, martes 14 de abril de 2009.

sábado, 4 de abril de 2009

LOST IN THE SUPERMARKET –DIVAGUE ROCKER

Montserrat ÁlvarezCasi nunca puedo dejar la impermeabilidad de la Primera Persona del Singular, que soy Yo, haciendo algo al unísono con otros. Me es confuso, “entreverado”, peligroso y angustiante. De ahí la paradoja de que no puedo bailar en los sitios hechos para bailar porque allí siempre hay gente bailando. Si quiero sentir la música con la descarga física que exige el rock, por mucha electricidad y adrenalina que me hiervan en la sangre, sumarme a otros en indistinta pluralidad danzante y “borrarme” es amenaza que desvía o bloquea todo movimiento que inicie no pudiendo así unificar el cuerpo para integrarlo a un ritmo. Esto me priva de la inmersión profunda en la experiencia propia de la belleza del rock. En el rock la audición sedentaria que se estila en lecturas de poemas o conciertos de música clásica es absurda: involucra por igual oído y músculo, mente y nervios, la subjetividad que piensa y siente y la vibrante epidermis que arrebata en goce físico. El rock, siendo arte, no admite la actitud contemplativa ni la superación del ciego desear y las locas pasiones y apetitos de la atormentada Voluntad que hizo a Schopenhauer ver tan elevado el estadio estético que puso al artista debajo sólo del santo.
La santidad no es afín a toda belleza y arte. No al rock, poderosa Voluntad que habla al deseo. Vida químicamente pura y en tan alta dosis que roza la sobredosis -cuanto más fuerte es la luz de Eros, más oscura es su sombra, Tánatos, y más intensa es la vida si merodea la muerte.
Me es imposible bailar en sitios hechos para eso. Pero es igual de imposible escuchar rock sin moverse: la experiencia real de la belleza del rock no es contemplativa, aunque nuestra tradición asocie la contemplación y el arte.
Ayer el súper tenía un soundtrack increíble: sonaron “My Sharonna” y luego entraron Blur y Pink Floyd. No fumé nada raro y la prueba de que no aluciné es que tuve que irme al empezar “músicas” asquerosas y no compré nada porque se me olvidó, lo que demuestra que era el feo mundo real. No podía impedirme bailar la presencia de gente bailando, ya que no es un lugar hecho para que uno baile y por lo tanto la gente no bailaba sino que pesaba nabos o batatas, elegía papas, llenaba carritos y otras estupideces. “My Sharonna” se me trepó como 3 litros de vodka y 10 líneas de 3 cuadras de largo cada una y me arrastró al loco placer de bailar en un desatado goce tan delicioso que los intentos de interrumpirme de los entrometidos acosadores sexuales de rigor y la pomposa indignación de las inevitables amas de casa que siempre estorban por andar comprando sus idioteces eran muy poco a cambio de tal placer. Después entró ese “Boys who want girls who want boys to be girls who want boys…” que no se puede escuchar quieto y luego unos temazos que tampoco, sonando largo rato con mucho speed, pese a lo cual la gente elegía sus batatas con tanta indiferencia como si estuviera oyendo decir misa.
Soy una persona impúdica. No por exhibicionista o coqueta. Y no es que no pueda mostrar coquetería y esas cosas: puedo, pero en algún caso aislado, no como actitud general –no soy, digamos, lo bastante abierta para ello. Mi impudor tiene otra causa: una profunda indiferencia y un suncero y profundo desprecio por la gente y lo que pueda ver, pensar u opinar de mí. Mi indiferencia es tal que, si estoy desnuda en mi depa y he de pasar ante el balcón, no me tomo la molestia de cubrirme: la posibilidad de que alguien me vea y se incomode a lo sumo me da risa. Así que si en el súper me pillaban bailando, honestamente a mí qué. Pero exponerse a necios abordajes es molesto, así que haberme dado el lujo de bailar a pesar de eso muestra A) el poder de la música, B) que la experiencia estética altera mente y cuerpo y C) que la intensidad de la belleza no la alcanza plenamente la mera contemplación.
No he dado, o no aún (me frustraría morirme sin hacerlo), el salto que dio hace poco Juliette Lewis, que, con una trayectoria de longitud similar, como actriz, a la mía como escritora (pero, claro, con una abismal distancia de fama, $$$$ y eso), ha decidido dedicarse al rock. Mas, fuera de ciertos obvios aspectos mercantiles, creo que la poesía actual podría aprender del rock cosas importantes. Dije: en el rock “la audición sedentaria que se estila en lecturas de poemas o conciertos de música clásica sería absurda”. Añado: ante un poema viviente y poderoso también. No sólo la del rock: toda belleza involucra músculo y mente, alma y piel. Pero por la actitud “contemplativa” propia de artes “más serias”, el rock se vuelve modelo de experiencia estética en una cultura en la que un poeta puede rebajarse hasta ser esa cosa miserable, necia, aburrida, profundamente triste que se llama “ciudadano decente”.
Como si la experiencia estética profunda y radical fuese compatible con un mundo enemigo del brillo y del caos. Como si el exceso de pasión, de inteligencia y todo exceso no fuera repudiado por poder desordenar un orden de rutina, decoro, disciplina, trabajo y muerte del espíritu. Como si uno pudiese bailar en el súper sin que las señoras del barrio le “castiguen” (y no saben cuánto se agradece) con el ostracismo. Como si elegir la intensidad como centro de la vida no implicase ser visto como enfermo mental. Como si la belleza pudiera ser para un poeta cosa de ratos de ocio, feriados, horas libres, vacaciones o fines de semana, cual si “lo importante” fuera otra cosa. Como si en tierra de ciegos el tuerto fuera rey en vez de estar en la cárcel o en el manicomio. Como si el talento pudiera salir gratis, sin perder a cambio algo (algo horrible: una vida normal). Como si uno pudiera ser poeta sólo mientras escribe sus poemas. Como si la literatura no fuese, además, mucho más que eso.
El rock fue siempre música pero siempre fue a la vez más cosas. James Dean o Marlon Brando encarnaron el cinematográfico sobrino del “poeta maldito” del siglo XIX cuando, en la primera mitad del siglo XX, empezaba a sonar el rock: el “rebelde sin causa”. Elvis Presley fue un rebelde pero tenía una causa. No cualquier causa. Una realmente importante. Que Chuck Berry lo mereciera más, igual o menos, o Little Richard, o quien fuere, no cambia lo que era Elvis Aaron Presley: vida químicamente pura, sobredosis de Eros, crudo y furioso sexo hecho de poesía. Su estética insólita de abruptos ritmos pélvicos bajo lánguida mirada de oscuro, ojeroso vicio, su contagiosa electricidad quebrada, su inteligente, procaz provocación y turbio encanto, el elegante descaro de su exquisita, sucia, sensual sonrisa obscena: esto y más que esto osó ser Elvis Presley. Un artista no puede ser menos. Apolo, modelo del poeta, no sólo crea belleza, sino que además es bello: la poesía no se limita al papel, ni el rock tampoco.
Poetas: un poema se lee tan fuerte como se toca el rock. Escribir no basta. En poesía, en rock, en todo desafío, además de decir algo, hay que saber sostenerlo. No basta escribir ni basta un buen tema: hay que estar a su altura para interpretarlo. Esto se exige en el rock pero casi no se da entre los poetas. Casi todos los poetas interpretan como el orto.
Poeta: si tu poema está vivo, que el público se pare en el asiento y salga a la intemperie, que encienda los cigarrillos y destape las botellas, que grite cuando los versos lo golpeen y lo enciendan, que rompa los auditorios de los centros culturales, y que un gran poema se celebre con furia, como se celebra el rock.
El verdadero arte nunca se portó bien. Los grandes nombres fotocopiados en facultades de literatura no eran buenos ciudadanos. El talento nunca cultivó buenas costumbres. El arte y la poesía son fuerza, fiesta, exceso, risa, orgía y Eros, como el rock. La belleza no se está sentada. La belleza jamás será aburrida. Las corbatas jamás tendrán belleza. Jamás habrá belleza en la tarjeta marcada en la oficina. Elvis Presley tenía una causa: el rock, que era música y a la vez más que eso: que era elegante amenaza y gran estilo, intensidad, profundidad y altura, placer y desafío, libertad y delirio, juventud, sexo y furia, cuerpo y rebelión, vida y locura.