miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA SECTA DEL PERRO

Boris
Postearé algo que peripatéticamente, o sea, caminando con un socio, que es filosofar al modo aristotélico, comentaba cual lección de mi paso por casa de esa ñorsa* (*ver post anterior).
Lo que esté en 1era persona del singular no estará así por egocentrismo (no en este caso) sino para que no suene a imperativo o moraleja. Así, si otro quiere adoptarlo, adelante, y si nadie quiere hacerlo, igual.
Aquí NO hay sabiduría. Pero al que le pueda pegar, que lea:
1. Caminar por empinadas calles rápidamente algunos kilómetros bajo el sol, como mi interlocutor y yo hacíamos al comentar esto, para esa señora no es posible, ya que no puede andar media cuadra sin una camioneta con aire acondicionado.
2. De hecho, esa pobre señora apenas puede moverse.
3. Para un indigente extremo ni siquiera ir en colectivo es una opción.
4. Un pasaje de colectivo, para ese indigente extremo, pertenece al conjunto de lo inaccesible, que para él es el de casi todo lo existente.
5. En ambos casos pierdes libertad.
6. Por mi parte, pues:
7. no quiero tan poco,
8. como para no poder hacer casi nada,
9. ni tener más de lo imprescindible,
10. porque eso te hace depender de lo superfluo (que se te vuelve imprescindible),
11. y porque poder hacer menos cosas sólo con tus capacidades te hace eso: menos capaz, o capaz de menos;
12. por ende, te menoscaba y debilita,
13. de modo que, en cierta forma, eres menos cuando tienes más.
14. Así que, en cierto modo, deseo ser capaz de tener lo menos posible.
15. Una señora como ésa se vuelve menos libre por depender de más cosas
16. y esa ñorsa, si alguna vez la tuvo, pierde libertad.
17. (Claro que eso a la ñorsa no le interesa.)
18. El indigente no ha podido perder lo que nunca tuvo, es decir que no ha perdido nada.
19. Pero la pérdida de libertad de la ñorsa me da la sensación nauseabunda de una degradación turbia, de un oscuro envilecimiento. (Éste debe de ser uno de los motivos por los que tal ñorsa siempre me causó una confusa repugnancia, que sólo ahora empiezo a comprender.)
20. Finalmente, conecto esa reciente experiencia con la Secta del Perro, recordando que se contaba de Diógenes que se puso contentísimo al ver las comodidades, lujos y refinamientos que ante él se exponían, diciendo: “¡Chaaaau, cuántas cosas que yo no necesito!”.
21. Diógenes y todos los cínicos, o “canes” me dieron mi único proyecto importante.
22. Pero cuando el aguafiestas y cortamambo Principio de Realidad intervino aclarándome que no estamos en la Atenas donde Crates iba medio en bolas por el Ágora y que si lo emulo la onda se va a densear aunque explique que profeso la filosofía cínica, renuncié a mi sueño de vivir conforme a lo que llamo libertad.
23. Cierto que renuncié, pero lo hice muy-muy-frustrada, y nunca dejó de atormentarme tan feroz frustración.
24. Mi primer y más grande entusiasmo, infantil por su remoto inicio, ni terminó con la niñez ni terminó realmente nunca: ¿cómo resignarme a no vivir según las ideas de la única escuela filosófica que respeto y amo incondicionalmente desde los 4 años de edad hasta este día del año 2009 en que tecleo el presente divague?
25. Pienso, después de lo sucedido, que quizá no esté perdido del todo el antiguo ideal de la Secta de los Canes. Tal vez bastará que alguien (o sea, obviamente, yo) vuelva a pensarlo hoy, de otra manera, leal, mas no literal. Alegremente vuelvo a decir, pues:
HONOR AL PERRO.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusta esta secta, montse!
duglas soy y te extraño.
besoooooo
hasta pronto