Es difícil fijar con precisión el momento a partir del cual López y cada paraguayo tuvieron del todo claro que solo seguían peleando para morir dignamente. Quizá fue el 16 de agosto de 1869, cuando, en Acosta Ñu, unos tres mil niños paraguayos con falsos bigotes pintados con carbón enfrentaron a veinte mil soldados imperiales. Quizá fue cuando López se internó en la selva con muy pocos soldados, seguido por mujeres, niños y viejos. Quizá fue mucho antes. Pero en algún punto todos tuvieron que saberse muertos: era obvia su suerte de ejército de sombras que iba solo a dejarse los restos de la vida en lo hondo del monte para acabar sin entregarse al enemigo. Probablemente lo sabían ya hacía mucho cuando, en Cerro Corá, al fin, el 1° de marzo de 1870, las tropas imperiales rodearon a López, su mujer, Elisa Lynch, Panchito y sus otros hijos y cerca de cuatrocientos hombres.
Eran veinte veces más y tenían armas de precisión y caballería, pero hubo que ofrecer una recompensa por la cabeza de López para que los soldados del Imperio se atrevieran a ir por ella: cien mil libras esterlinas.
Todo el relato de este conflicto bélico es muy singular, pero a partir de aquí entra en el área brumosa de lo colosal y del asombro.
Hasta los más rutinarios entre los libros de historia se transmutan en libros de otro género cuando empiezan a sucederse estas escenas absurdas que en realidad forman parte de una fábula antiquísima y extraña, más vieja que los tiempos reales de esta guerra.
Anteayer, viernes 1° de mayo, se cumplió un siglo y medio (1865-2015) de la firma del documento que cambió para siempre la historia de Paraguay. Julián Sorel nos habla hoy en el Cooltural de este PACTO SECRETO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario