domingo, 11 de enero de 2015
TU SUPLEMENTO DE HOY, I: IN MEMORIAM
La pianista paraguaya Balbina Cristina Salcedo Milleres falleció el domingo pasado, 4 de enero. La recuerda en estas líneas el maestro Diego Sánchez Haase.
Domingo, 11 de enero del 2015: In memoriam Balbina Salcedo Milleres (1930-2015)
Por Diego Sánchez Haase
Director de orquesta, compositor y pianista.
Existen personas, en la historia musical del Paraguay, que han trabajado en silencio y con sencillez para marcar verdaderamente un rumbo, con auténtica preocupación por el desarrollo de la música y lejos del ruido mercadotécnico que tanto preocupa a los artistas actuales y que con frecuencia es «mucho ruido y pocas nueces», como se suele decir.
Una de estas personas fue la gran pianista (y formadora de pianistas) Balbina Salcedo Milleres, quien falleció el domingo, en silencio y en paz. Cuando me llamaron para contarme la noticia, me quedé sin palabras, e inmediatamente me vino a la memoria la tarde en que, hace ya muchos años, llegué –por consejo de Susana Elizeche de Codas (otra gran pianista que trabajó con sencillez)– a su casa para solicitarle continuar mis estudios de piano bajo su dirección, dado su enorme prestigio.
Desde entonces, mi visión de la música cambió por completo. Balbina Salcedo supo hacerme entender muchos conceptos que marcaron mi formación musical. Gracias a su gran cultura musical, con ella logré empezar a comprender el complejo lenguaje de la música de J. S. Bach, y comencé a amar esta música con gran pasión. Lo mismo ocurrió con la música de Beethoven, la de Chopin, la de Liszt, la de Brahms y la de todos los compositores que, exhaustivamente, estudiábamos.
Balbina Salcedo fue alumna de su madre, Mercedes Milleres de Salcedo (una de las primeras pianistas egresadas del Instituto Paraguayo), a quien también tuve el honor de conocer. Luego estudió con J. C. Moreno González, para perfeccionarse posteriormente en Munich, Alemania, y en la Accademia Chigiana de Siena, Italia. En Argentina, fue alumna del célebre Roberto Caamaño. Mientras yo estudiaba con ella, a finales de la década de 1980, ella seguía viajando a Buenos Aires para perfeccionarse. Ese ejemplo de perfeccionamiento constante también me marcó profundamente.
Luego tuve el honor de hacer música con ella, juntos: la dirigí en numerosas oportunidades como solista, y también tocamos varios conciertos a dos pianos. En los últimos años, Balbina se convirtió en mi «fan» número uno. Estaba presente en todos mis conciertos. Me siguió aconsejando hasta sus últimos días. En la Nochebuena pasada, me llamó para saludarme y me expresó sus buenos augurios para el 2015. Al día siguiente sufrió el accidente que la mantuvo en coma durante varios días hasta su deceso, acaecido el domingo pasado.
A lo largo de su carrera, llevó adelante una notable actividad concertística, con recitales de piano solo, en el ámbito de la música de cámara, así como en numerosas apariciones como solista de orquesta. En su importantísimo papel docente, formó a varias generaciones de destacados pianistas. Por citar solo a algunos, se puede nombrar a Gloria Cresta, al autor de estas líneas, a Pablo Yegros, a Stefano Pavetti y a Fernando Junghans, entre otros.
Hoy quiero decirle, en forma sencilla, como lo fue su vida: Adiós, Balbina. Descansa en paz. Estoy orgulloso de vos. ¡Gracias por todo!
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