1914: Einstein es nombrado miembro de la Academia Prusiana de Ciencias, Debussy estrena Trois poèmes de Stéphane Mallarmé, las fuerzas de Pancho Villa derrotan al ejército de Huerta, Freud publica «Introducción al narcisismo», se decide que los restos de Kant reposen en un mausoleo de la catedral de Konigsberg, las sufragistas incendian un pabellón del Lawn Tennis Club de Londres, don Santiago Ramón y Cajal anuncia la neurociencia con su Degeneración y regeneración del sistema nervioso. 1914: el asmático Proust corre por los bulevares de París jadeando bajo los aviones. 1914: millones de muertos desconocidos y de sobrevivientes irreconocibles bailan en la gran danza macabra de todos los locos y los mutilados porque en 1914 Gavrilo Princip asesina a Franz Ferdinand, heredero del trono de Austria-Hungría, que declara la guerra a Serbia, y Rusia se une a su aliado eslavo, y Berlín declara la guerra a Petrogrado, y París a Berlín por su alianza con Rusia, y Londres a Berlín porque Alemania viola la neutralidad belga para invadir Francia. La primera guerra tecnológica del siglo XX se ha desatado. Empieza una nueva era de barbarie sin precedentes. La seguridad y la quietud, dirá Adenauer, desaparecieron de la vida de los hombres en 1914, y el primer ministro británico Macmillan añadirá que el mundo en el que él había nacido se terminó para siempre una mañana de 1914, y unos años después dirá Huidobro en «1914»:
Nubes sobre el surtidor del verano
De noche
Todas las
torres de Europa se hablan en secreto
De pronto un ojo se abre
El cuerno de la luna grita
Halalí
Halalí
Las torres son clarines colgados
AGOSTO DE 1914
Es la
vendimia de las fronteras
Tras el horizonte algo ocurre
En la
horca de la aurora son colgadas todas las ciudades
Las
ciudades que humean como pipas
Halalí
Halalí
Pero esta no es una canción
Los
hombres se alejan
1914: Marinetti ha roto hace cuatro años con el
pasado en el Manifiesto Futurista para
propugnar el insomnio febril y la bofetada irreverente y
adorar a la máquina. 1914: Suiza se llena de poetas y artistas refugiados que
en soberbio gesto de mofa de todos los valores vigentes hasta entonces
ensordecerán a Europa con grandes carcajadas dadaístas. 1914: los europeos se olvidan
de todos los valores ilustrados entre el barro y el horror de las trincheras.
Terminarán de enterrarlos décadas después en Auschwitz. El mundo deja de ser
para siempre lo que era. Un siglo después, estamos ante un futuro, en rigor,
amenazante, y en un presente sucio por una degradación, una fealdad y un
desencanto no desmentidos aún. Porque la que entonces se llamó la «Gran
Guerra», ya que era imposible que algo así, tan infame, pudiera repetirse, pasamos
a llamarla después, simple y terriblemente la «Primera», y la siguiente, a su
vez, ya fue solo la «Segunda», y a nadie se le ocurrió, hasta hoy, llamarle la
«Última».
ESPECIAL 1914-2014: UN MUNDO EN GUERRA
¡Soldad@s que sobrevivan al sábado, la consigna: sepulten a los caídos y exijan a su canAllita un «especial
1914-2014» del Suplemento Cultural con
el diario de mañana! Cambio y fuera. Feliz noche.
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