martes, 16 de abril de 2013

JUST LIKE HEAVEN




JUST LIKE HEAVEN
Concierto en el Jockey Club, martes 9 de abril de 2013

Robert Smith en Paraguay


Noche de martes. Corremos. Los últimos acordes del primer tema. Al fondo, los The Cure. Sí, ellos mismos. Y Robert James Smith, nacido en algún lugar de Lancashire próximo a la fragorosa música del océano, crecido en algún lugar de Sussex y ahora aquí, a unas cuadras de la sucia avenida Eusebio Ayala. Y entre ellos y nosotros, compacta, la muchedumbre. Una parada, varios saludos, compramos cerveza y nos abrimos paso hasta ocupar un buen puesto. Limpia y fluidamente acaba The End of the World y Smith llena de pronto la intemperie con las perfectas palabras de su regalo de bodas:

Whenever i'm alone with you,
you make me feel like I am home again.

¿Cómo un tipo tan raro embruja a tanta gente, gente cuya cantidad implica su falta de rareza? Es que lo ha logrado: ha encontrado la pura forma estética de los sentimientos que puede tener cualquiera. Le ha dado la materia audible que esa forma reclama. Furia, tedio, pena, miedo, risa, asco, amor, devueltos como por gesto mágico a su secreta altura, a su escondida, potente realidad. Y hay en esta canción una emoción tan llena de verdad que al escucharla en vivo el universo entero se confabula como si la cantara:

However long I stay,
I will always love you

Whatever words I say…

Cómo el amplio registro vocal de Smith alcanza (long, words) notas altas con tal vocación paródica sin mermar emociones nada cómicas siempre será para mí de una audacia ejemplar –si cabe hablar de ejemplos de audacia sin que te lapiden, en un mundo como este.
 



Los Cure lo dan todo. Una paliza: tu mente no puede estallar por tres horas sin pausa. O eso creía yo. Un vibrante Inbetween Days, Just Like Heaven, From the Edge of the Deep Green Sea… No haré una lista. Y esa elegía del lector de Wordsworth que quería ser un poeta de verdad, como sus ídolos, pero sin imitarlos, y lo consiguió: la muerte en traje de hit, Pictures of You. Los grandes temas se suceden. La monumental pesadilla de la niñez, A Forest: teclados misteriosos para la trampa del bosque de los sueños. Una armónica y Smith abre Bananafishbone. The Walk camina directo al desenfado de Mint Car. El martes desaparece y surge un viernes hechizado que puedes invocar cualquier día de la semana pronunciando el conjuro del grimorio: It’s Friday I’m In Love.

Lo «gótico» es para muchos el genuino The Cure y temas como Friday I'm in Love son comerciales: puedes estar con los caretas y brincar iluso con Kiss me kiss me kiss me, o con los dark y paleoemos y levitar adusto con Pornography. Mejor estar con un músico que ha dado forma al miedo, la tristeza y la locura, y también al placer, el deseo y la risa de todos. Que ha hecho el postpunk más crudo y urdido los edificios melódicos más complejos, que ha alzado pesadillas en el aire y se ha colado con hits en todas las discotecas, que ha cantado a la dicha de estrenar un coche y al vacío de ser un extranjero en esta tierra, que puede ser dark, punk, new wave y lo que quiera, que empezó apretando quizá un botón travieso de sintetizador y que siguió después con muchos otros, que ha encontrado la belleza en las melodías más pop y que, al cabo de todo, ha creado una música que ya no suena como ninguna otra. 

 


Nunca había visto a The Cure en vivo, pero la actual formación toca en acuerdo musical casi simbiótico: no sé qué podría mejorarse en ella. Creo que nada. Un feliz detalle: proyectan las siluetas de los Cure en las pantallas gigantes, con la sombra de Smith y su pelo moviéndose en primer plano. El repertorio sigue. La voz de Smith, locamente expresiva en vivo, canta Cold. The Hanging Garden. Y el buen amor de los gatos impone el ritmo burbujeante de The Lovecats, cuyo espíritu juguetón, pop hasta el karakú, prosiguen The Caterpillar y Close to Me. Acelera la fiesta la urgencia erótica de Hot Hot Hot!!! y la chispa de Let"s Go to Bed y Why Can"t I Be You? Y todo se desata, se desabotona, se desencorbata y se desencadena porque entonces Smith, con la doliente ironía de sus tensos quiebres vocales dramática, sarcásticamente torturados, en medio de ese ritmo desenfrenado y de esa melodía luminosa, recita el viejo y salvaje abracadabra, las conocidas e infalibles palabras mágicas:

I would say I'm sorry
If I thought that it would change your mind…

Un tema gamberro, un tema de joda, un tema de juerga, un tema trivial… que digan lo que quieran. Un tema perfecto. Consumado. Triunfante. Complejo en la emoción, puro en la fuerza, lapidario en la forma, síntesis de todas las crisis donde caben las mil contradicciones vitales de un espíritu viviente, el vigor y la duda, lo irreparable y la gracia, la ironía y la pena, el dolor y el ingenio, el fúnebre flashback de los grandes errores y la firmeza basáltica de la verdad del amor, y que hace bailar hasta a un cadáver, sí, también, muy cierto. Y qué.


 


El rostro de Smith es maduro, hasta viejo, pero por algún motivo no cabe decir lo mismo de su voz ni de su firme interpretación excéntrica. Cualidad insólita –antinatural, stricto sensu. Creo que quizá sea que en este Smith sigue el otro. El raro que leía a Dylan Thomas en Crawley. El raro al que echaron del colegio por ser una «influencia indeseable». Por eso el mismo Smith sigue raro, como antes, grabado ya para siempre en la memoria de varias generaciones. Smith ha marcado el arte y el pensamiento actuales y verlo es recuperar las maneras escénicas precisas, la voz tensa y quebrada, la belleza y la pasión de lo que quedará cuando todo lo demás haya pasado. 

 Llegamos a 10:15 Saturday Night, punteo de la canilla que gotea y del tic tac del reloj en la guitarra, tensa claustrofobia del sábado en el que esperas que suene el teléfono y un amigo te saque de ahí, y en el fondo esperas algo que te saque de ti, de tu soledad, tu terror, tu angustia, cotidiana, inconfesable espera del sentido final de la existencia, de lo que se anhela aunque se teme y aunque quizá no exista, espera oscura de Dios, monótona y terrible espera de Godot.

Se presiente el final y ahora el concierto me parece terriblemente breve, y lo es aunque no lo sea. No quiero que termine. Killing an Arab cierra la noche. Tema, como sin duda ustedes saben, censurado por xenófobo. Censura paradójica, a mi juicio: el tema habla, justamente, de ser un extranjero en todas partes. De lo que habla Camus en El extranjero, a una de cuyas más célebres escenas alude su lector, Smith, con el título Killing an Arab (y no a que hubiera que matar a un árabe). Es uno de los horribles problemas de este mundo del ort***: nadie lee; ¿cómo saber entonces cuánto entienden realmente los demás de lo que haces y dices? Pero no voy a enfurecerme ahora. Lo dejo para la próxima.


 

Lo dejo para la próxima porque en este mundo horrible e iletrado no es fácil ser Robert Smith y él lo sigue siendo. Porque no es fácil ser miembro de The Cure y dar forma a su música y ellos lo siguen haciendo. Porque, sean temas negros y abisales o punkpop juerguista, todos suenan The Cure. Porque cuando eran un grupo punk antes de llamarse The Cure ya eran muy distintos, y porque los han clasificado de mil formas pero su sonido y su originalidad los han hecho inconfundibles desde el primer día.

Porque dieron un concierto totalmente perverso, brutal, de enorme elegancia, y porque en él respiré la atmósfera oscura y con relámpagos de alegría psicótica que The Cure sabe montar. Porque hacer historia no es una costumbre propia de las personas normales, pero Smith nunca ha sido un tipo muy normal.

Y ha demostrado que es un completo anormal durante tres horas en las cuales fue fulminante sentir la intensidad de esa música en vivo en su propia voz. Robert Smith siempre me había parecido raro y el martes al fin lo vi en directo. Y confirmé en vivo la energía del bajo, que marca los acordes de las melodías de modo tan The Cure y da firmeza vertebral a la composición, y los riffs y los pedales chorus de la guitarra Cure, y lo absurda y monstruosamente arrollador y vasto de esa colección de hits que puso desde el comienzo al público en celo y aullando por más.

A veces puedes ver con alegría que tienes mucha suerte de estar vivo. Y de pasar en el momento justo por una de las pocas esquinas iluminadas de las calles del tiempo y del espacio. Si estuviste ahí, este concierto, cada vez que suene uno de estos temas, te volverá a erizar toda la piel. Yo, por mi parte, literalmente necesitaba escuchar ciertas canciones en vivo. No diré cuáles: sé que cada quien tiene las suyas. Pero sí diré que la noche del martes recibimos una ración generosa de lo mejor de la vida. Just like heaven.

  

 


13 comentarios:

Rodrigo Carvallo Croskey dijo...

Excelente la crónica del concierto mi querida amiga. No solo porque derramaste data enciclopédica sobre The Cure y destripaste analíticamente cada momento del show. También porque le pusiste emotividad. Y se entiende. Porque ver a un gigante como Smith / The Cure, activa los resortes y engranajes de lo visceral. The Cure es una banda que admiro por su música. Y Robert Smith es un tipo que admiro por su onda: sigue siendo un punk, inmerso en la ética DIY a tal punto que es manager de su propia banda. Pero Smith supo lidiar con la fama y el abultamiento de su cuenta bancaria, algo que otro chico punk llamado Kurt Cobain no supo administrar. En fin amiga, te envidio. No tuve la suerte de estar en el show de The Cure. Gracias por deleitarme con tu relato.

J. S. dijo...

Gracias Rodrigo, kamarada y amigazo. ´
Y muy cierto lo que apuntas sobre Kobain -o Ian Curtis, que estuvo con Smith en tocando en cierto pub y tambien salio muy rapido del juego.
Parece que unos se hunden por el duro camino y otros son -¿somos?- o demasiado duros de roer o demasiado mala hierba.
Mas alla de la musica, en forma general, supongo que el que muere queda fuera del tablero, el que no cambia sigue echando los dados pero ya es solo su propia fotocopia desteñida -es el destino de la mayoria-, el que sigue aprendiendo hasta que descubre los secretos de este juego, creo, gana la partida. Hay que ser muy suertudo o muy loco para llegar hasta eso.

J. S. dijo...

PD. Me divague.

J. S. dijo...

Otra PD: Excusas, kamarada, por la falta de acentos. Estoy en un teclado cuyos trucos ignoro.

Unknown dijo...

Extraordinario, deberias escribir para darios,periodicos y revistas importantes,o por lo menos para los de Paraguay, le pagan por hacerlo a tanta gente que no vale ni la mitad de vos,Monse. QUE PAIS DEL ORTO Y QUE GRAN ARTICULO, CARAJO

Unknown dijo...

Es simplemente lo mejor que le leido sobre The Cure en mi vida, gracias Dama SATAN.

Unknown dijo...

Ya los amaba,pero no los volvere a escuchar como hasta ahora,despues de leer esto al fin los escuchare como queria.
Soberbia cronica.

J. S. dijo...

Eso de "soberbia crónica", ¿es por mí? Es decir, ¿yo padezco de soberbia crónica?

J. S. dijo...

Perdón, Stephen Dedalus, ya caigo! Mil gracias =D

J. S. dijo...

Guau, esa afirmación fue contundente, Ene Diyei. Me siento de lo más orgullosa al saberlo, de verdad. Touché.

J. S. dijo...

Duro tu plagueo, Wilfrido, pero honesto. You've talked loud and clear. Y, en honor a la verdad, no te desmentiré en ese plagueo.

Por otra parte, gran concierto y te gustó mi crónica: he ahí el lado coca-cola del asunto =)

andipatiko dijo...

Tu lectura de 10:15 Saturday NIght,el tema de fondo -terrible-bajo el tema que salta mas a la vista,la relacion del punteo de la guitarra con la angustia existencial.....y todo el articulo me ha iluminado,Dama Satán,leerte es Just-like-heaven tb

andipatiko dijo...

Pd. solo una posdata para agregar que en regalar ideas tan tuyas y tan profundas con apariencia de divagues alegres que no aburren nada y ahorrando todo al lector en esfuerzo,tiempo,etc,a mi me habla de una nobleza ademas de una inteligencia como ojala hubiera mas en la vida,Dama.