domingo, 15 de diciembre de 2013
EL ARTE DE LA MEMORIA
UN SIGLO (PASEANDO, DEAMBULANDO, INMÓVILES, PERDIDOS, ESTORBANDO EL PASO, CORRIENDO O EMPUJANDO, SEGÚN CADA QUIÉN) POR EL CAMINO DE SWANN
Sí, ladies and gentlemen, este 2013 que caerá fulminado entre ráfagas y detonaciones de pólvora y de sidra en pocos días es el año del primer centenario del colosal fresco proustiano A la búsqueda del tiempo perdido (más «barrialmente», la «Recherche», para los amigos): hace un siglo (si nos ponemos maniáticos, esto se cumplió, en rigor, un mes atrás, el 14 de noviembre –¡hace un siglo y un mes, pues, si lo prefieren!) Marcel Proust publicó la primera parte de esas siete novelas: Por el camino de Swann, Du côté de chez Swann. Aquí tienen el homenaje al joven centenario: El arte de la memoria Un siglo por el camino de Swann. De Proust cabe decir tanto que nuestro pérfido secuaz Julián Sorel, el único rockero proustiano de este hemisferio, sintió mutiladas sus ideas al tener que elegir un aspecto tan solo del polimorfo escritor para darnos su parte de este homenaje 1913-2013 del Suplemento Cultural, y eligió el fecundo efecto que la ciencia ha bautizado con el nombre de nuestro autor: ¿alguna vez, lector, un perfume le recordó algo que había olvidado y le hizo revivirlo con gran intensidad, o un sabor lo llenó de una profunda nostalgia de otro tiempo o de otro lugar o le trajo a la mente la imagen o la voz de alguna persona quizás desaparecida que perteneció al mundo de su tierra natal o al de su niñez, por ejemplo? Si ha tenido usted alguna experiencia de este tipo, entonces conoce lo que se llama el «efecto magdalena de Proust»: El efecto magdalena de Proust, Hollywood, la memoria y el primo Henri (Bergson). Y si, cultivado y espiritual lector, diestra y dulce lectora, osas confundir pasado y presente y jugar con el tiempo y los recuerdos y reproducir con fidelidad histórica lo que olfateó, tocó, probó, sintió y gustó el narrador de Por el camino de Swann hoy, a cien años de su publicación, te damos el secreto del símbolo por antonomasia de la capacidad de evocación de la materia, la «magdalena de Proust», o, más estrictamente, la variedad de magdalena que se hace en Commercy y que el narrador merendaba hace un siglo. ¡Que la fuerza te acompañe, valeroso lector, férrea lectora, al resucitar uno de los alimentos más famosos de la literatura, y hornea tus madeleines hasta que un terso brillo dore el terciopelo de su epidermis trémula y, hundida la punta de un cuchillo en sus entrañas, salga de ellas sin rastros de sangre ni de humores, dejándolas invictas! Bon appétit!: BONUS TRACK: La magdalena de Proust
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