Vaya, vaya, ¡vaya! Es por demás difícil pensar en algo re-al-men-te-bue-no cuando se te ocurre que deseas felicitar a una persona sobremanera importante por una ocasión que, ya la muestre en el rostro, ya la sienta tan solo interiormente, le ha de suscitar alguna clase de sonrisa irónica, y más aun si esa persona, cuya opinión te merece, encima, un raro respeto, valora tu supuesta o real inteligencia. Es más fácil si te toman de sorpresa y te piden que hables del agasajado en medio del brindis, cuando ya has tomado suficiente cerveza para no tomar nada más en serio y los demás han tomado demasiada como para tomar nada con lucidez y lo único que en el fondo todos quieren es aplaudirte para seguir tomando. (Cerveza.) Podría ensayar un estilo bromista, uno “lírico” y sutil, uno fantasioso y con mezcla de ficciones, uno reflexivo, noble y sabihondo, o algún otro, no sé cuál, pero no me decido.
Del apuesto Robert Frost se cita siempre aquello de que “A diplomat is a man who always remembers a woman's birthday but never remembers her age”. No soy ni un hombre ni un diplomático, pero el resto se aplica a nuestro caso en lo que te concierne, debido a que recuerdo lo primero pero no lo segundo, si bien por otras causas. Y es que en realidad para mí es un problema saber la edad de la gente, porque la gente anda cumpliendo años todo el tiempo y nadie conserva nunca la misma edad, así que cuando ya he aprendido alguna, enseguida cambia de nuevo. Esa es una verdad. Ya lo sabes: siempre fui sumamente franca, u honesta. Hasta mi propio padre me lo dijo en alguna ocasión. Pero no lo soy tanto como podría parecerlo. La verdad es que yo a veces miento, y, más aún, lo cierto es que a veces creo que lo hago por puro vicio. De hecho, aunque quizá yo transpire mucha honradez, a veces me pongo desodorante, si bien solo en contadas ocasiones y no es un desodorante muy duradero. Así que no pienso salirte ahora con cierto tópico falaz y decirte eso de que “Todo lo que soy te lo debo a ti”. En primer lugar, porque no es cierto; en segundo, porque, aunque lo fuera, hoy es tu cumpleaños y prefiero decirte cosas que no te hagan sentir mal; y en tercer lugar porque sé a quiénes se lo debo, he jurado hacérselos pagar y un día me vengaré de cada uno de ellos.
Sin embargo, pese a que en general prefiero siempre la verdad a la mentira, aun cuando la segunda sea ingrata, y grata la primera, aprecio que me hayas dicho cierta vez, que dudo que recuerdes, que yo ya era hermosa desde mi nacimiento, cuando hay fotos que prueban que en mis primeros días de vida posnatal parecía un clon sin ropa de Danny de Vito. Solo una madre puede ser tan buena. Una hija, no. En contrapartida, puedo decir, por ejemplo, aquello otro de que “detrás de toda gran hija siempre hay una gran madre”. Yo siempre camino muy rápido, mientras que tú no lo has hecho nunca, por lo cual esa es una verdad irrefutable si vamos por la calle. Es la noche del 29 de octubre en Paraguay; comienza el 30 de octubre en España. Escribirte tonterías a esta hora puede impedir, al menos en parte, que sigas celebrando impunemente tus cumpleaños sin mí. ¡Y he comido torta, he comido torta, he comido torta! Para estar en tu cumpleaños de algún modo. Y, la verdad, porque me gusta la torta, y suelo comerla. Soy dura, ¿eh? Lo que, dicho sea de paso, me ha hecho reparar en que si una, al soplar las velitas, pide el deseo de comerse sola toda la torta, puede conseguirlo si luego de soplar estornuda como por casualidad sobre la torta, o finge que se ha atorado y tose encima de ella durante varios minutos. Pero no hay que ser egoísta; mejor invitar torta. Es mejor dar que recibir, como se sabe. Golpes, por ejemplo. Juro que he intentado que se me ocurran cosas hermosas que escribirte en este día 30 español, todavía 29 de octubre en Paraguay, y que he esperado esa inspiración por cierto tiempo antes de ver que la hora avanzaba sin que llegase y, en consecuencia, lanzarme a improvisar aquí esto como si en otro sitio hubiera bebido y me hubieran pillado de repente en el brindis para que dijera algo. Y he dirigido “una plegaria a Nuestro Buen Dios”, como dicen en las películas de Hollywood los puritanos, para esperar la inspiración con la virtud que jamás tuve, la paciencia, hasta que me enojé y clamé “¡Dios mío, Dios mío, te pedí que me dieras paciencia hace ya casi diez *@#fuck&@Çng minutos!” Estos son circunloquios para decir las cosas serias que a algunos nos resulta difícil pronunciar. Cosas tales como: Feliz cumpleaños. O incluso cosas como estas que podría cantar otro, en este caso Elvis Presley. O también los Pet Shop Boys, claro. A veces es incómodo esto de ser honesto. Pero cada uno tiene sus problemas de carácter. Qué le vamos a hacer. Y en realidad las cosas son así: Maybe I didn't treat you
Quite as good as I should have.
Maybe I didn't love you
Quite as often as I could have
Little things I should have said and done
I just never took the time
You were always on my mind
You were always on my mind
lunes, 29 de octubre de 2012
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