domingo, 3 de junio de 2012

DIRECCIÓN GENERAL DE PROYECTOS


Nuestro Equipo se reunía regularmente para «abordar» lo que, con aberrante pedantería y desesperado afán de aferrarnos a una sombra risible de lo que para nuestros obtusos hemicéfalos era la «respetabilidad» ―ilusoria― de la que creíamos haber gozado en nuestros respectivos lugares de trabajo anteriores, llamábamos «una tentativa de análisis teórico de prácticas concretas», sin duda con la misma jactancia terminológica con la que a su propio pero igualmente necio y feo estilo ennoblecerían sus jornadas los demás miembros de los varios Equipos de Trabajo reclutados por la DGDPRCI desde que comenzamos este proyecto estúpido.
Una de las apagadas medianías que integraban nuestro Equipo logró bañarse con una débil luz de originalidad mal entendida al señalar que las mujeres estaban curiosamente ausentes en el «diseño» del «programa» (la torpe criatura se expresó en esos términos). Para no verme opacado por su argucia, me investí a mí mismo con la dudosa dignidad de adversario suyo en lo que prometía ser un tedioso debate de nefasta seriedad. Sonreí al escucharlo con hastiado desdén y, tras un suspiro lleno de ofensiva paciencia, con el aire de quien se sacude la modorra por el penoso deber de disipar los errores ajenos, protesté y discutí ensartando una vacuidad tras otra tan brillantemente como si el tema me importara algo.
Mi oponente provenía, por su manejo de ciertas estadísticas, del «momento de la toma de consciencia feminista», lo cual me facilitó hacer que pareciese a los ojos miopes de mi escaso auditorio que yo había decidido contrarrestar las extemporaneidades que sus ideas obsoletas pudieran introducir en nuestro Equipo, impidiendo que el refrescante entusiasmo de un lúcido amateur como fuera «ralentizado» por los aires de sarcófago de ciertas universidades europeas en las décadas de los sesenta, los setenta o los ochenta del hacía tiempo ampliamente superado y felizmente extinto siglo XX.
Conseguí que se acobardara ante mi empuje y obtuve a cambio el triste privilegio de que se me encargara definir rápidamente un propósito, un campo y una metodología, pues la DGDPRCI exigía resultados inmediatos.
Tras lo que llamé con parsimonia mis «confrontaciones de tesis opuestas», y que fueron sesiones consagradas a aullar hits de Aerosmith mordisqueando cheeseburgers mientras pateaba mi escritorio y mascaba chicle deformando mi cara para parecer Steve Tyler con espeluznantes muecas y haciendo estallar sobre ella (id est, sobre mi cara) globos «pink flamingo» con cierto seco ruido exquisitamente compacto, nítido y límpido (raro talento que es, en realidad, el único que tengo), «reformulé» en términos «quizá un poco menos convencionales de lo habitual en ámbitos académicos», como dije con sonrisa cortés lleva de fingida timidez y dirigida con farsante deferencia a mi ya aplastado contendiente a fin de extremar delicadamente su humillación para llevarla a un grado sutil, perfecto y sublime, «la propuesta anterior», anunciando que debíamos centrarnos en el análisis del ámbito, hoy andrógino pero siempre simbólicamente femenino, de la cocina «en sus facetas complementarias de significante artístico, realidad sociocultural e histórica y concepto». Dicho esto, estornudé con gentileza y gracia mientras mi alma ardía en locos deseos de estrangular a alguien hasta matarlo, empezando por mí mismo. «La cocina», expuse en tono aclaratorio a nuestro Equipo del Tercer Círculo organizado por la DGDPRCI, «por su relación, como necesidad básica, con la experiencia humana en sus aspectos más universales, será la “noción-guía”» (sí, yo cada mañana orino un neologismo) «del trabajo, evitando respuestas estereotipadas al “dejar el habla” a los misterios ordinarios y humildes, profundos y ancestrales, de las prácticas cotidianas».
Sé que se están preguntando si soy un genio o un imbécil, un tipo en el fondo bueno pero desesperadamente enfermo de hastío o un verdadero monstruo. Por ser todo eso y más he llegado a ocupar mi posición actual: gracias a lo mejor y a lo peor de mí mismo, puedo afirmar, y créanme que no me río al decir esto, aunque la frase siempre me dio risa, que tengo mi futuro asegurado.
Después de mi primer paso en el dominio de tan horrible terreno, que me niego a llamar «intelectual», como era el del aporte de nuestro Equipo al proyecto, se delegó en mí la responsabilidad de definir «puntualmente» (que barbarismo ridículo) los «lineamientos centrales» (me callo) para «trabajar el concepto» (tales libertades en el uso del verbo «trabajar» me hacen arder en deseos de que alguien suelte semejantes gansadas al pasar delante de una casa en construcción para que los albañiles la emprendan contra nosotros a ladrillazo limpio desde lo alto de su andamio).
Como soy de una petulancia espléndida, tras algunas «jornadas de revisión de fuentes» y «brainstorming solipsista», como las llamé, condescendiendo a mostrar un retorcido humor para hacer a mi auditorio «bajar la guardia» con engañoso alivio ―jornadas consistentes en fumar haciendo poggo al ritmo del justamente desconocido grupo de hardcore galés Budistas Terminales, con letras en una especie de sánscrito adulterado salpicado de algo que se supone que son obscenidades en griego―, declaré que «nuestra metodología era la propia del campo de estudio de las representaciones y los comportamientos sociales».
Como sin duda ya sabe el lector (esto, por si alguno fuera un poco más lento, no es sino una insolente ironía), un ejemplo usual es este: el análisis de lo que difunde la televisión y el del tiempo pasado por la gente ante el televisor corresponden al estudio de las representaciones y al de los comportamientos sociales, respectivamente.
Otra cosa es lo que hace la mente de cada uno con lo que ve en la tele. Podemos conocer las representaciones y los comportamientos, pero no el interior de la mente. Lo exterior nos pertenece, pero lo que hace la mente del sujeto con los productos televisivos, publicitarios, comerciales, etcétera, no es observable. Ni siquiera los propios sujetos suelen saber qué hacen realmente con ellos, ni cómo ni por qué lo hacen. La producción, en suma, es fácil de estudiar, pero el consumo en el fondo es enigmático.
Utilizamos datos y variables concretos, diagramas, porcentajes, segmentos para sentir que el objeto de estudio es como un trozo de papa en una mesa de laboratorio, pero no es ningún alivio (a menos que uno sea un verdadero iluso o un zoquete y se trague sus mentiras, que ni siquiera son suyas). Buscamos la manera desconocida en la mayoría de los casos para el propio sujeto de usar los productos de esta economía que en apariencia lo domina todo, pero que sin embargo no puede conocer ni controlar la zona de niebla del destino final de sus productos ni, por ende, tampoco de su propio destino. Haremos «focus groups» y procesaremos datos con nuestras computadoras, pero no disiparemos esa niebla. Los problemas se pueden resolver, pero el futuro ―el mío, el tuyo, el de la sociedad, el de la industria― no es un problema, sino un misterio. Siempre lo ha sido. Y los misterios no pueden resolverse. No es su naturaleza. Creer lo contrario es solo una crasa confusión en los conceptos y las definiciones.
¿Qué oculta la superficie de los comportamientos sociales? ¿La garantía de duración de nuestro mundo actual? ¿El germen de su fin? ¿Cómo saber lo que realmente hacen los consumidores con las representaciones que se les dan? ¿Y si no es lo que se cree? ¿Aun si no se lo proponen? ¿Aun sin saberlo ellos mismos? El conocimiento de lo exterior, por completo que sea, solo es exterior. ¿Y el «adentro» que escapa a las encuestas, y el lado que a cada uno se le escapa de sí mismo? El poder solo es completo cuando el saber lo es. Poder es control; no se puede controlar lo que se ignora. Nadie reina sobre lo desconocido. ¿Qué poder está seguro si es un poder incompleto?
Un desconocido escribe nuestra historia y nos hace soñar cuando dormimos. No figura en bancos de datos ni responde encuestas. Así funciona un misterio. Es su lado aterrador.
¿Conocen, imagino, la doctrina calvinista de la praedestinatio? ¿O bien (vendría, menos directamente, a ser lo mismo) tienen alguna idea de lo que significa, en el mundo de la tragedia griega, la anankhé, o la fatalidad? No se preocupen, puedo explicárselos. No tengo absolutamente nada mejor que hacer.
Los brazos extendidos de la Anankhé rodean el universo. Dios, desde el inicio de los tiempos, ya ha decidido quiénes se salvarán y quiénes no. Uno decide algo y, sin entenderlo, termina haciendo justo lo contrario. En algún sitio uno ya sabe el final de esta historia; solo que no sabe lo que sabe, ni sabe que lo sabe. Y por este no saber a uno lo arrastra el destino. No se puede controlar lo que se ignora, y sin conocimiento no hay poder.
El saber de lo fatal es un saber desmesurado, quizás en desajuste con toda vida posible. En todo caso, siempre en desajuste con la vida en una sociedad que para proseguir con su funcionamiento requiere fe en la quimera de que el destino se elige y se conquista. Porque esta quimera permite desayunar, ejercitar la voluntad y el arbitrio, trazar planes, tener propósitos, creer en calendarios y relojes, albergar deseos, argumentar con lógica, concebir lo posible, buscar conocimiento, contraer matrimonio, tener prole, votar por un partido, usar agendas. Delirio que acaba en un primer y último instante de lucidez tan breve que no interfiere con el orden de las cosas y que solo al término del vivir puede darse, porque vida y lucidez no son cosas compatibles. El saber de lo fatal pertenece a lo salvaje, a lo loco y lo bárbaro, y no tiene lugar en la civilización. Desde su destierro envía señales desesperadas en forma de raros gestos, muecas incontrolables, torpezas traicioneras y secretas caídas, indescifrables tropiezos y sospechosas trampas, errores que siguen una lógica secreta de intentos fallidos y abandonos, de lapsus y de sueños. Saber loco que a veces no expresa tan solo la desdicha o el delirio de uno sino que alza prodigiosas formaciones hechas de la locura y los sueños colectivos de toda una época en sus relatos y en los mitos de su arte, en sus vicios y en sus enfermedades.
Dirección General de Proyectos. Un puro sinsentido. Pero nuestro trío se reunía, al igual que el dúo del Segundo, el Cuarteto del Cuarto, el Quinteto del Quinto, el Sexteto del Sexto, el Septeto del Séptimo y el Octeto del Octavo. En cuanto al Encargado del Primer Círculo, al que nadie había visto desde que empezó el proyecto de la DGDPRCI, ignoro cómo se las arreglaría en sus jornadas de trabajo sin cómplices ni adversarios y, de hecho, sin nadie fuera de él. Si hay aficionados al Dante o al Play Station entre los hipotéticos lectores, ya sabrán dónde estoy. Reforma de los Círculos del I. Los adeptos de la causalidad atribuirán mi repelente carácter a este lugar o harán la relación causa-efecto opuesta y atribuirán mi situación a la odiosa naturaleza que revela mi discurso. Los amantes de la dialéctica pensarán en un círculo vicioso de mutua influencia entre el lugar y yo. Premio para Aficionados al Dante y Adeptos de la Causalidad. Amantes de la Dialéctica: no he cambiado por estar aquí, debido a que, como todos en este lugar comprendemos tarde o temprano, casi nunca he vivido en otro sitio. Sigan participando.
¿Ven por qué propuse tan grasiento y penumbroso tema como guía? En la cocina se prepara la satisfacción de una necesidad, sea hambre o apetito, y toda satisfacción da placer y devuelve a cuerpo y alma el equilibrio. Pero eso es muy poca cosa, como creo que todos sin excepciones reconocerán. Necesitamos un placer que sea más que placer, que sea a la vez miedo, pena y dolor, que no tenga otro límite que el de la propia muerte, un placer de tal grado de tortura constante que el mismo miedo a esa muerte siempre esquivada pero siempre ubicua lo tenga siempre hambriento y siempre alimentado. Las fronteras entre el placer y su más allá ciego, su irrefrenable y letal exceso loco, que es la propia muerte, son confusas e inciertas. Pero de nada sirve saber esto, porque cuando el cuerpo busca gozar, no puede tener límites. El cuerpo no tolera ningún límite. Por eso lo amamos y lo asesinamos. Somos los peores animales, los verdaderamente diestros en sufrir. Entre nuestros inventos, el único que me asombra es la monstruosa destreza para el sufrimiento ilimitado. Sin el cual, por otra parte, no hay placer para nosotros. Porque así estamos hechos. Y condenados desde nuestra creación. ¿No lo ven? Es nuestra anankhé. Fuimos hechos del barro de la praedestinatio. Jugamos todo el tiempo al filo de la muerte porque nunca sabríamos hacerlo de otra forma. La burlamos y reímos cada día creyéndonos a salvo antes de despertar a la amarga resaca y tener que apartar de nuevo los terrores sin poder apartarlos realmente por completo ni una sola vez. Reír es el delirio de aquel que sufre tanto que debe enajenarse de su propio sufrir y terminar riendo para enterrar su pena. Pero el dolor y el miedo siguen ahí, enterrados debajo de la risa, y entonces tenemos que reír más fuerte, porque cuando escondemos algo de veras insoportable no podemos detenerlos sin correr el peligro de recordar que existe.
El cuerpo nunca tiene suficiente placer. Por eso nadie sabe dónde ha de detenerse. No existe ninguna fórmula eficaz para saberlo. Lo que nos empuja más allá de toda dicha y  satisfacción real, siempre un poco más al filo resbaloso del terror y de la destrucción mientras crecen con ello nuestro goce, la alegría profundamente triste y aterrada y la febril ilusión de haber burlado el desastre, es un impulso mortífero que nos lleva en silencio hasta un punto en el cual ya no somos capaces de saber si ya hemos cruzado, o todavía no, la frontera mortal, pero entonces, de golpe, como un muñeco que se desarma al cortarse la soga que lo sostenía desde atrás del cuello, como un pie enfundado en lustroso zapato que resbala en un piso encerado y rompe huesos y cráneo del bailarín dislocado con un baile grotesco que es la broma final, con una risa idiota que atraganta un bocado y mata con asfixia entre el bullicio iluso de un festín de borrachos que no ven el cadáver hasta el día siguiente, así, como payasos, sin tiempo de decir adiós ni de protestar ni de asirnos a nada ni de gritar siquiera, perdemos pie y caemos con rapidez de vértigo al fondo de lo oscuro para siempre jamás.
La noche anterior a mi muerte soñé que un coche había atropellado a alguien. Corría detrás de él, buscando leer la placa para denunciarlo. Alguien a mi lado, tan furioso como yo, perseguía conmigo al criminal. El asesino paró el coche y bajó. Desperté. Ya despierto, luché por evocar su rostro. Y el de mi aliado. No pude recordar nada. Horas más tarde sucedió lo mismo. Tampoco ahora sé quién me mató ni quién me defendía.
En fin, como se ve, no hay tanta diferencia. Supongo que, en ambos sueños, los tres fuimos uno solo.

Dirección infernal

1 comentario:

RAGGS queridolucia@hotmail.com dijo...

MÚSICA PARA MONSTRUOS

No me interesa la literatura, los libros bien escritos.
Me interesa que un buen libro bien escrito me alimente
la dicha o la nostalgia
no la mente;
no lamente: me dé nuevos deseos de vivir.

CC

no me digan qué hacer
he visto el futuro
he visto el polvo de mis huesos
reescribir todos los libros de la historia
con esas cenizas se reescribía el mismo poema
se escribía de corrido sin correcciones
como se olvidan los malos amigos
con el silencio al tragarse las palabras
con el silencio con que se borran nuestros nombres de la arena
para imprimirse en el mar

se reescribía el viaje
el libro
la patria sin solución
siguiendo una ruta hacia nuevas constelaciones
que acaban dentro de cada uno
un camino
que termina en el Jardín de la casa oculta

no me digan qué hacer
ninguna doctrina en los muros de nuestras calles
ninguna doctrina de esa antigua revelación
no en sus paredes mentales propaganda de máquinas
no en sus muros físicos doctrina del mismo poema
no al que con nadie baila porque es un SORDO/MUDO
arrancándose la lengua

no me digan qué hacer entonces
si transfiero contagio enfermedad
pop/marica/américa/pop
porque también vi mucha TV
para solucionarme en una telenovela
vi mucha TV para ver las estrellas

vi mucha TV
antes de conocer a los poetas marcianos
con los que nadie conversa
o sea nadie más que otros poetas marcianos
mucha letra


mucha letra con ellos
tanto que olvidé si el lugar era
uno
una
millones o
ninguna voz


poetas marcianos
que amé tanto hasta herirme
y así
de hiriente a hiriente
un tiempo los amé
hasta que sus libros me persiguieron a pedradas
y los monstruos
los únicos amigos de los poetas marcianos
quisieron matarme

pero no era mi culpa
si en el poema hay otras manos
si mis huesos se hacen polvo y
todavía no sé
no encuentro dónde nace el río
dónde la pierda
no sé si todavía mi
hijo/padre/madre/monstruo/anciano/maestro/shamán/perro
me busca para bailar juntos
mientras
nada importa MUXO
aunque no sepa qué significa
bailar siempre bailar
como un video musical infinito

la más contagiosa
la más contagiosa
la más contagiosa enferma y más sexy
la más vanidosa la más cotizada
la más iluminada estresha del disco

ESTA NOES MÚSICA PARA ESFERAS
ES MÚSICA PARA MONSTRUOS

el monstruo machina Oráculo impresora
llena la nueva era llena mi patria zombi
con mentiras
con sus inmortales doctrinas
sin advertir que soy un sub/versivo
sin advertir el daño que hago
sin advertir mi atentado a la literatura
mi protesta contra las páginas impresas con sus códigos
libros enteros de ecuaciones digitales

yo solo sigo el consejo de EVP
nada más le he pedido
a nada más voy a hacer caso
y pediré una rosa incombustible luego de un chapuzón
en la vía láctea y después me tomarán una foto
para que los nuevos poemas tengan algo qué comentar
en sus universidades maricas
para que descascaren sus palabras
y dejen de mostrar lo que no se les ha pedido

cada noche cuando llego de visitar al sol apartado
al que encerraron junto a las palabras que quisieron decir algo
escapo
de ese hospital de circuitos
llego de visitar al sol apartado y la casa ardiendo en llamas

han venido mientras buscaba mis manos
reptando sin color –ahora negras-
con la nariz botando cenizas
han venido y arrancado
los libros del árbol
han arrancado también sus raíces
esos tres hombres que me regalaban poemas del futuro

la era vulgar fundacional
disfuncional
no piensa
confiesa
lo que de uno se va perdiendo
al dejar el rastro de su baba
escrita
sin manos

cometiendo los errores que nuestra memoria desentierra




***CADA LIBRO TRAZA EL MISMO CAMINO HACIA LA CASA SOLA***
AVG