viernes, 3 de febrero de 2012

FELICITACIONES A TODOS

Hoy, viernes, es 3 de febrero. Una vez, en Paraguay, entre el y el 4 de otro febrero, el febrero de 1989, caía una dictadura. Así que el día de hoy hace exactamente 23 años que el general Stroessner fue derrocado. Pero, en otro febrero, el febrero de 2007, yo pasé un flash por Chile, un poco antes de que Los Prisioneros dieran ahí su último concierto. Pensé hacerlo, mas no me pude quedar a esperarlos. Para mi gusto (personal y modesta opinión, ojo), la voz de González restaba algo de fuerza a lo que ciertas canciones podrían desatar, y, sin embargo, «El baile de los que sobran» siempre me parecerá un temazo. Esos ya ilustres chilenos, como muchos paraguayos, crecieron sabiendo todo aquello que, de lo más fácil de inferir a lo más improbable de imaginar, debe implicar, supongo, vivir bajo una dictadura. Yo no viví en el Chile de Pinochet ni en el Paraguay de Stroessner. Esa canción, «El baile de los que sobran», como miles de canciones, o poemas, o cuadros, obras hechas por personas ―personas hechas de tiempo―, son lo que sobrevive para quienes, como yo, no vivimos ahí ni entonces y son en adelante y para todos la memoria del clima de millones de vidas que estuvieron en cualquier otra esquina de la historia. Pude elegir muchos otros temas, de varios otros países, incluido Paraguay, pero pongo este porque es lo que hoy recordé, sea por mero azar, sea por lo que fuere (qué sé yo). El propio González dijo que el aire respirado en esos días forma la materia de esta música: «Nuestra banda será recordada siempre por los que vivieron la dictadura, precisamente por eso, porque había dictadura y no se podía hacer casi nada, salvo cantar canciones de Los Prisioneros. No tengo ni idea si la fama y la popularidad de la banda hubiesen sido igual sin los milicos, pero me da la impresión de que no. Creo que pertenecemos a esa época nos guste o no.» El clima, el aire, la rabia y la tristeza, la fuerza y la alegría, la angustia polvorienta y cotidiana, el incómodo hastío, la sordidez del miedo, la energía que guarda una canción, la belleza, pese a todo, de salir a patear latas por las calles de la ciudad que sea, de Asunción, por ejemplo, y de todas las ciudades del mundo, aunque será bajo una dictadura, para bailar el baile de los que sobran. La dictadura, aunque este no sea su lado más trágico, ha sido deplorada por arruinar a veces las ganas de vivir de la gente con su mezcla de tensión y de tedio; así lo han hecho constar Jardiel Poncela: «La dictadura es el sistema de gobierno en el que lo que no está prohibido es obligatorio» y Alberto Moravia: «Una dictadura es un estado en el que todos le temen a uno y uno le teme a todos». La música habrá permitido escapar a muchos de la asfixia de esa aburrida y opresiva vacuidad, de esa amenaza terrible y sin embargo monótona, y el goce de estar vivo que ningún dictador logra matar se palpa en los minutos de furia de este tema que les dejo para felicitarnos de que haya un enemigo menos en la lista, de que el general esté fuera de juego, pero también para seguir recordando y sintiendo esa pasión que lo trastorna todo dentro de uno cuando, por el motivo que sea, se sufre de un modo u otro. Ya son 23 años sin Stroessner hoy día, y aunque el baile de los que sobran continúe, muchas felicitaciones a todos, kamaradas.




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