miércoles, 3 de noviembre de 2010

LA HORA DEL DIABLO

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«Despertó a las tres de la mañana sabiendo que eran las tres de la mañana y pensó que había despertado varias veces a esa hora y sabiendo qué hora era sin tener ningún reloj a mano y que a veces había buscado el reloj, verificando que eran las tres, como verificó ahora, aunque no había pensado en esto hasta hoy, limitándose a observarlo sin particular atención ni extrañeza. Encendió un cigarrillo y reflexionó al respecto, pero no se le ocurrió nada interesante. Buscó circunstancias comunes. Uno: despertaba, sin importar si había dormido mucho o poco, con la mente despejada y sin rastros de la somnolencia propia del paso del sueño a la vigilia. Dos: despertaba con la mente limpia como una hoja de papel en blanco, una mente vacante y sin uso. Tres: despertaba sin estado de ánimo alguno, ni bueno ni malo, en disposición ajena al sentimiento, como si nunca hubiera sentido nada, no supiera cómo es sentir algo y no le interesara especialmente el tema. Cuatro: despertaba con un alto grado de energía física latente o potencia en reposo, pero sin la tensión que suele acompañar ese tipo de vitalidad: un cuerpo disponible, listo para algo, aunque sin propósito. Cinco: nada de esto era ni agradable ni desagradable, aunque, de ser forzoso elegir, se acercaría más a lo agradable. Seis: despertaba bruscamente, como por una sacudida eléctrica, un sobresalto, un llamado, un grito, el recuerdo intempestivo aunque oportuno de algo importante que hubiera que hacer precisamente a esa hora y que, por estar durmiendo, podría olvidar. Siete: despertaba en medio de un sueño agitado al que su mente tenía prohibido el acceso una vez despierta; todo intento de evocarlo se estrellaba contra un muro opaco y mudo, siéndole imposible pensar en el sueño del cual acababa de salir. Horas después, ese día por la tarde, conversando con un amigo, le preguntó: “¿Por casualidad te dice algo cierta hora, las tres de la mañana?” Su amigo, mirándole con fijeza, exhaló el humo despacio y luego pronunció con decisión: “La hora del Diablo”. “¿Por qué?”, le preguntó. “Al Demonio le agrada burlarse de Dios. Cristo expiró, salvando al mundo de sus pecados, a las tres de la tarde. La hora más alejada de aquella expiación son las tres de la mañana. Si Cristo murió a las tres de la tarde; a las tres de la mañana, lleno de horrible energía y dispuesto para el Mal, se despierta la Bestia llamada Lucifer”.»
(Desde Panoramaque comenté, hace unas semanas, como se narra en el párrafo anterior, esta recurrente experiencia, no he vuelto a despertar a las tres de la mañana. Ni he llegado a saber el por qué de este fenómeno ni, desde luego, a descartar tampoco de momento que no vaya a despertar a las tres esta madrugada.)

2 comentarios:

J. S. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
J. S. dijo...

siirrrrr charrraghles: al teclear "publicarrrrr" (rugido, estertor demoniaco, %&&/%&$%$%), cliqueé en "ssssuprriimmmir". cualquierrghj protesta (rugido, %"*!$$/%/, babeo), comunicarse con mi subconscienttTTTtttte:


charles ha dejado un nuevo comentario en su entrada "LA HORA DEL DIABLO":

Si usted lee este texto del revés y a contraluz, podrá leer el siguiente mensaje: "uníos a la Iglesia punto creed y seréis salvos punto amén punto". Los mensajes subliminales están en todas partes.De hecho, para habilitar este comentario, más abajo me aparece la palabra 'nàtas' que leída de manera inversa es satán. El mal, damas y caballeros, el mal.