domingo, 14 de noviembre de 2010
A TODA BALA
miércoles, 3 de noviembre de 2010
LA HORA DEL DIABLO
«Despertó a las tres de la mañana sabiendo que eran las tres de la mañana y pensó que había despertado varias veces a esa hora y sabiendo qué hora era sin tener ningún reloj a mano y que a veces había buscado el reloj, verificando que eran las tres, como verificó ahora, aunque no había pensado en esto hasta hoy, limitándose a observarlo sin particular atención ni extrañeza. Encendió un cigarrillo y reflexionó al respecto, pero no se le ocurrió nada interesante. Buscó circunstancias comunes. Uno: despertaba, sin importar si había dormido mucho o poco, con la mente despejada y sin rastros de la somnolencia propia del paso del sueño a la vigilia. Dos: despertaba con la mente limpia como una hoja de papel en blanco, una mente vacante y sin uso. Tres: despertaba sin estado de ánimo alguno, ni bueno ni malo, en disposición ajena al sentimiento, como si nunca hubiera sentido nada, no supiera cómo es sentir algo y no le interesara especialmente el tema. Cuatro: despertaba con un alto grado de energía física latente o potencia en reposo, pero sin la tensión que suele acompañar ese tipo de vitalidad: un cuerpo disponible, listo para algo, aunque sin propósito. Cinco: nada de esto era ni agradable ni desagradable, aunque, de ser forzoso elegir, se acercaría más a lo agradable. Seis: despertaba bruscamente, como por una sacudida eléctrica, un sobresalto, un llamado, un grito, el recuerdo intempestivo aunque oportuno de algo importante que hubiera que hacer precisamente a esa hora y que, por estar durmiendo, podría olvidar. Siete: despertaba en medio de un sueño agitado al que su mente tenía prohibido el acceso una vez despierta; todo intento de evocarlo se estrellaba contra un muro opaco y mudo, siéndole imposible pensar en el sueño del cual acababa de salir. Horas después, ese día por la tarde, conversando con un amigo, le preguntó: “¿Por casualidad te dice algo cierta hora, las tres de la mañana?” Su amigo, mirándole con fijeza, exhaló el humo despacio y luego pronunció con decisión: “La hora del Diablo”. “¿Por qué?”, le preguntó. “Al Demonio le agrada burlarse de Dios. Cristo expiró, salvando al mundo de sus pecados, a las tres de la tarde. La hora más alejada de aquella expiación son las tres de la mañana. Si Cristo murió a las tres de la tarde; a las tres de la mañana, lleno de horrible energía y dispuesto para el Mal, se despierta la Bes tia llamada Lucifer”.»
(Desde
que comenté, hace unas semanas, como se narra en el párrafo anterior, esta recurrente experiencia, no he vuelto a despertar a las tres de la mañana. Ni he llegado a saber el por qué de este fenómeno ni, desde luego, a descartar tampoco de momento que no vaya a despertar a las tres esta madrugada.)
lunes, 1 de noviembre de 2010
MAÑANA!
Hey, hey: Ladies & Gentlemen, your antention, please. Mañana, martes 2 de noviembre, a las 7 de la noche, todos a Lillo esquina Malutín. Andrés Velaztiqui expone. El que llega último es looser.
(En la foto, obviamente, yo. Estoy pensando
con un extraordinario nivel de complejidad y
hondura en el fenómeno de la experiencia
estética en general y del arte en particular.)
CABAYÚ
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