Sueño acerca de qué es la belleza o acerca de por qué se produce la belleza:
Soñé que estaba en una tierra extraña y había perdido la belleza, así que salía a buscarla por las calles esa noche. No podía dejar de andar hasta encontrarla. Tenía que devolver la realidad a las cosas. No conseguir hacerlo suponía algún grave peligro. En cierta esquina, me detuve ante el jardín delantero de una pequeña casa; las plantas tenían flores muy extrañas, poderosamente llenas de luz por dentro y rodeadas de una suave e inquietante radiación en torno a sus pétalos translúcidos, que eran como hojas finísimas de vidrio de colores, aunque de flexible vidrio, y esa radiación que las rodeaba era en parte celeste, en parte lila y en parte de un blanco lácteo. Pensé que había encontrado lo que buscaba, porque ese jardín umbrío podía estar siendo parte de la vigilia o del sueño, de lo real o de lo alucinado, de la locura o de la cordura, pero era lo suficientemente hermoso como para tener una absoluta e indudable realidad. Pensé o entendí entonces: “Sin la belleza las cosas no tienen realidad. La belleza es la base de la realidad en cada cosa. Por eso perder la belleza es un grave peligro: es el peligro de perder la realidad del mundo, la de la vida misma y la del propio yo, y, así, volverse loco”. Supe que era imprescindible recordarlo al despertarme.
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