sábado, 4 de abril de 2009

LOST IN THE SUPERMARKET –DIVAGUE ROCKER

Montserrat ÁlvarezCasi nunca puedo dejar la impermeabilidad de la Primera Persona del Singular, que soy Yo, haciendo algo al unísono con otros. Me es confuso, “entreverado”, peligroso y angustiante. De ahí la paradoja de que no puedo bailar en los sitios hechos para bailar porque allí siempre hay gente bailando. Si quiero sentir la música con la descarga física que exige el rock, por mucha electricidad y adrenalina que me hiervan en la sangre, sumarme a otros en indistinta pluralidad danzante y “borrarme” es amenaza que desvía o bloquea todo movimiento que inicie no pudiendo así unificar el cuerpo para integrarlo a un ritmo. Esto me priva de la inmersión profunda en la experiencia propia de la belleza del rock. En el rock la audición sedentaria que se estila en lecturas de poemas o conciertos de música clásica es absurda: involucra por igual oído y músculo, mente y nervios, la subjetividad que piensa y siente y la vibrante epidermis que arrebata en goce físico. El rock, siendo arte, no admite la actitud contemplativa ni la superación del ciego desear y las locas pasiones y apetitos de la atormentada Voluntad que hizo a Schopenhauer ver tan elevado el estadio estético que puso al artista debajo sólo del santo.
La santidad no es afín a toda belleza y arte. No al rock, poderosa Voluntad que habla al deseo. Vida químicamente pura y en tan alta dosis que roza la sobredosis -cuanto más fuerte es la luz de Eros, más oscura es su sombra, Tánatos, y más intensa es la vida si merodea la muerte.
Me es imposible bailar en sitios hechos para eso. Pero es igual de imposible escuchar rock sin moverse: la experiencia real de la belleza del rock no es contemplativa, aunque nuestra tradición asocie la contemplación y el arte.
Ayer el súper tenía un soundtrack increíble: sonaron “My Sharonna” y luego entraron Blur y Pink Floyd. No fumé nada raro y la prueba de que no aluciné es que tuve que irme al empezar “músicas” asquerosas y no compré nada porque se me olvidó, lo que demuestra que era el feo mundo real. No podía impedirme bailar la presencia de gente bailando, ya que no es un lugar hecho para que uno baile y por lo tanto la gente no bailaba sino que pesaba nabos o batatas, elegía papas, llenaba carritos y otras estupideces. “My Sharonna” se me trepó como 3 litros de vodka y 10 líneas de 3 cuadras de largo cada una y me arrastró al loco placer de bailar en un desatado goce tan delicioso que los intentos de interrumpirme de los entrometidos acosadores sexuales de rigor y la pomposa indignación de las inevitables amas de casa que siempre estorban por andar comprando sus idioteces eran muy poco a cambio de tal placer. Después entró ese “Boys who want girls who want boys to be girls who want boys…” que no se puede escuchar quieto y luego unos temazos que tampoco, sonando largo rato con mucho speed, pese a lo cual la gente elegía sus batatas con tanta indiferencia como si estuviera oyendo decir misa.
Soy una persona impúdica. No por exhibicionista o coqueta. Y no es que no pueda mostrar coquetería y esas cosas: puedo, pero en algún caso aislado, no como actitud general –no soy, digamos, lo bastante abierta para ello. Mi impudor tiene otra causa: una profunda indiferencia y un suncero y profundo desprecio por la gente y lo que pueda ver, pensar u opinar de mí. Mi indiferencia es tal que, si estoy desnuda en mi depa y he de pasar ante el balcón, no me tomo la molestia de cubrirme: la posibilidad de que alguien me vea y se incomode a lo sumo me da risa. Así que si en el súper me pillaban bailando, honestamente a mí qué. Pero exponerse a necios abordajes es molesto, así que haberme dado el lujo de bailar a pesar de eso muestra A) el poder de la música, B) que la experiencia estética altera mente y cuerpo y C) que la intensidad de la belleza no la alcanza plenamente la mera contemplación.
No he dado, o no aún (me frustraría morirme sin hacerlo), el salto que dio hace poco Juliette Lewis, que, con una trayectoria de longitud similar, como actriz, a la mía como escritora (pero, claro, con una abismal distancia de fama, $$$$ y eso), ha decidido dedicarse al rock. Mas, fuera de ciertos obvios aspectos mercantiles, creo que la poesía actual podría aprender del rock cosas importantes. Dije: en el rock “la audición sedentaria que se estila en lecturas de poemas o conciertos de música clásica sería absurda”. Añado: ante un poema viviente y poderoso también. No sólo la del rock: toda belleza involucra músculo y mente, alma y piel. Pero por la actitud “contemplativa” propia de artes “más serias”, el rock se vuelve modelo de experiencia estética en una cultura en la que un poeta puede rebajarse hasta ser esa cosa miserable, necia, aburrida, profundamente triste que se llama “ciudadano decente”.
Como si la experiencia estética profunda y radical fuese compatible con un mundo enemigo del brillo y del caos. Como si el exceso de pasión, de inteligencia y todo exceso no fuera repudiado por poder desordenar un orden de rutina, decoro, disciplina, trabajo y muerte del espíritu. Como si uno pudiese bailar en el súper sin que las señoras del barrio le “castiguen” (y no saben cuánto se agradece) con el ostracismo. Como si elegir la intensidad como centro de la vida no implicase ser visto como enfermo mental. Como si la belleza pudiera ser para un poeta cosa de ratos de ocio, feriados, horas libres, vacaciones o fines de semana, cual si “lo importante” fuera otra cosa. Como si en tierra de ciegos el tuerto fuera rey en vez de estar en la cárcel o en el manicomio. Como si el talento pudiera salir gratis, sin perder a cambio algo (algo horrible: una vida normal). Como si uno pudiera ser poeta sólo mientras escribe sus poemas. Como si la literatura no fuese, además, mucho más que eso.
El rock fue siempre música pero siempre fue a la vez más cosas. James Dean o Marlon Brando encarnaron el cinematográfico sobrino del “poeta maldito” del siglo XIX cuando, en la primera mitad del siglo XX, empezaba a sonar el rock: el “rebelde sin causa”. Elvis Presley fue un rebelde pero tenía una causa. No cualquier causa. Una realmente importante. Que Chuck Berry lo mereciera más, igual o menos, o Little Richard, o quien fuere, no cambia lo que era Elvis Aaron Presley: vida químicamente pura, sobredosis de Eros, crudo y furioso sexo hecho de poesía. Su estética insólita de abruptos ritmos pélvicos bajo lánguida mirada de oscuro, ojeroso vicio, su contagiosa electricidad quebrada, su inteligente, procaz provocación y turbio encanto, el elegante descaro de su exquisita, sucia, sensual sonrisa obscena: esto y más que esto osó ser Elvis Presley. Un artista no puede ser menos. Apolo, modelo del poeta, no sólo crea belleza, sino que además es bello: la poesía no se limita al papel, ni el rock tampoco.
Poetas: un poema se lee tan fuerte como se toca el rock. Escribir no basta. En poesía, en rock, en todo desafío, además de decir algo, hay que saber sostenerlo. No basta escribir ni basta un buen tema: hay que estar a su altura para interpretarlo. Esto se exige en el rock pero casi no se da entre los poetas. Casi todos los poetas interpretan como el orto.
Poeta: si tu poema está vivo, que el público se pare en el asiento y salga a la intemperie, que encienda los cigarrillos y destape las botellas, que grite cuando los versos lo golpeen y lo enciendan, que rompa los auditorios de los centros culturales, y que un gran poema se celebre con furia, como se celebra el rock.
El verdadero arte nunca se portó bien. Los grandes nombres fotocopiados en facultades de literatura no eran buenos ciudadanos. El talento nunca cultivó buenas costumbres. El arte y la poesía son fuerza, fiesta, exceso, risa, orgía y Eros, como el rock. La belleza no se está sentada. La belleza jamás será aburrida. Las corbatas jamás tendrán belleza. Jamás habrá belleza en la tarjeta marcada en la oficina. Elvis Presley tenía una causa: el rock, que era música y a la vez más que eso: que era elegante amenaza y gran estilo, intensidad, profundidad y altura, placer y desafío, libertad y delirio, juventud, sexo y furia, cuerpo y rebelión, vida y locura.

2 comentarios:

kurubeta dijo...

super tu blog y tus textos, suerte xe!!

saynomoreglass dijo...

Genial!! Todo gesto tuyo es una bala directa al centro de algo, esta vez al de mi corazòn, muchas gracias Dama!!