martes, 14 de agosto de 2012

DESEO SEDIENTO, FAMÉLICO, FURIOSO


Es posible que yo sea una persona incapaz de conformarse con nada. Es posible que me obstine en tender perversamente a huir de todo y a repudiar todo. Sé que son numerosos los que están mucho peor que yo. Que muchos se levantan antes de que lo haga el sol y que a pesar de hacerlo pasan contados días sin hambre y ni uno tal vez con esperanza. Y pese a saber esto los envidio. Envidio a cualquiera que se sienta en su sitio y no agitado por el ansia de huir. Me pregunto si en verdad buscan algo. En ese caso los envidio aún más. O quizá solamente entonces los envidio. O si, por el contrario, no saben lo que buscan y lo único que saben, como yo, es lo que odian, eso que los mata poco a poco, aquello de lo que tenemos que escapar. Entonces no tendría por qué envidiarlos. Yo sé lo que no quiero. Nada de lo que tengo. Nada de esto tiene mi verdadero nombre. Nada lo firmaría como mío. No me quiero ganar un sitio bajo el sol y no quiero pagar por mi derecho a existir. No quiero sonreir cuando el miedo que he aprendido me dice que lo haga. Miedo a qué, a fin de cuentas. A que me ofendan o a que me amenacen, a que se me acerquen, en suma, y me rodeen con sus requisitos: paga esto y aquello y así no te haremos ningún mal, aunque ay de ti si no pagas, y, para pagar esto, inclínate y trabaja y agradece el hecho de tener trabajo. Pero yo no pienso agradecerlo. No quiero inclinarme ni pagar. Y no quiero mentir. Yo soy poeta y uso las palabras para descubrir y no para ocultar. Mentir me enferma como un veneno. No pienso sonreir. Y no voy a arrastrarme conforme a leyes de otros sin tratar de escapar, hasta la tumba, según se espera que haga. No me interesa tener parte en nada de esto; pueden quedárselo para ustedes, gracias. No quiero tener ni ruc ni billetera ni coche ni cédula ni nombre siquiera, y menos número, en esta sociedad. Prefiero ir a la cárcel. Por lo menos allí hay muros. Cuando hay muros, uno sabe, o uno cree que sabe, que, aunque se juegue el pellejo si lo intenta, no puede ser imposible escapar. Si escapar se llegara a volver imposible del todo, ya no serían necesarios guardias armados ni muros. Lo único que realmente deseo, con deseo sediento, famélico, furioso, es encontrar, en este mundo, fuera de la cárcel, en dónde están los muros para poder treparlos y saltar al otro lado, afuera.


DamaSatán,
furiosa.




DESEO SEDIENTO, FAMÉLICO, FURIOSO

Es posible que yo sea una persona incapaz de conformarse con nada. Es posible que me obstine en tender perversamente a huir de todo y a repudiar todo. Sé que son numerosos los que están mucho peor que yo. Que muchos se levantan antes de que lo haga el sol y que a pesar de hacerlo pasan contados días sin hambre y ni uno tal vez con esperanza. Y pese a saber esto los envidio. Envidio a cualquiera que se sienta en su sitio y no agitado por el ansia de huir. Me pregunto si en verdad buscan algo. En ese caso los envidio aún más. O quizá solamente entonces los envidio. O si, por el contrario, no saben lo que buscan y lo único que saben, como yo, es lo que odian, eso que los mata poco a poco, aquello de lo que tenemos que escapar. Entonces no tendría por qué envidiarlos. Yo sé lo que no quiero. Nada de lo que tengo. Nada de esto tiene mi verdadero nombre. Nada lo firmaría como mío. No me quiero ganar un sitio bajo el sol y no quiero pagar por mi derecho a existir. No quiero sonreir cuando el miedo que he aprendido me dice que lo haga. Miedo a qué, a fin de cuentas. A que me ofendan o a que me amenacen, a que se me acerquen, en suma, y me rodeen con sus requisitos: paga esto y aquello y así no te haremos ningún mal, aunque ay de ti si no pagas, y, para pagar esto, inclínate y trabaja y agradece el hecho de tener trabajo. Pero yo no pienso agradecerlo. No quiero inclinarme ni pagar. Y no quiero mentir. Yo soy poeta y uso las palabras para descubrir y no para ocultar. Mentir me enferma como un veneno. No pienso sonreir. Y no voy a arrastrarme conforme a leyes de otros sin tratar de escapar, hasta la tumba, según se espera que haga. No me interesa tener parte en nada de esto; pueden quedárselo para ustedes, gracias. No quiero tener ni ruc ni billetera ni coche ni cédula ni nombre siquiera, y menos número, en esta sociedad. Prefiero ir a la cárcel. Por lo menos allí hay muros. Cuando hay muros, uno sabe, o uno cree que sabe, que, aunque se juegue el pellejo si lo intenta, no puede ser imposible escapar. Si escapar se llegara a volver imposible del todo, ya no serían necesarios guardias armados ni muros. Lo único que realmente deseo, con deseo sediento, famélico, furioso, es encontrar, en este mundo, fuera de la cárcel, en dónde están los muros para poder treparlos y saltar al otro lado, afuera.


DamaSatán,

furiosa.