Yo había tratado de mil formas y todo mal. Derrame de salsas, platos rotos, blasfemias, bronca, drogas y furia impotente. Por frustración y desesperación, llegué a caer muy bajo. Cada vez que mordía un borde sin queso ni jamón ni nada, el vacío sandwich me mostraba el vacío de mi vida. Cuando la miga se desmoronaba, vana, falsa, huera, sin sabor, increpaba a los cielos: "¿Para esto he nacido?" Me alejé de mis amigos, rompí con mi novio y estuve al filo de la prostitución. Sentía que estaba sola en el mundo: todos los demás eran felices, comiendo sandwiches dignos de aprecio, mientras que yo... Pero ahora he recobrado la esperanza y de nuevo tengo ganas de vivir. Cuánta sabiduría.
Pero quizá lo peor no sea el vacío de las migas sin sustancia que caen desmoronadas, es decir, no la falta, sino el exceso, la "hybris" trágica de la opulenta gula, verdadera marca de la perdición. Ah, sí, la mano temblorosa del concupiscente que, lleno de horror ante su propia desmesura y perdida toda vergüenza y toda fe, añade no una, sino dos, tres, cuatro y, ya en pleno delirio se arroja al abismo demencial de la incontinente lujuria y, gritando "¡yapiró!" como un poseso, rellena con 10 fetas de fiambre y 18 de queso el sandwich del pecado, riendo como Luzbel... Sí, como olvidar esa otra cara de un mismo infierno. Alabado sea el buen sandwich, el "good sandwich" de nuestro salvador.
Por grandes que puedan ser los desafíos matemáticos que presenta todo sandwich en tanto que compleja estructura geométrica, hay aquí algo en juego de mayor importancia. Cito de memoria al más famoso de los atenienses: "Si tenemos la idea de un sandwich sin escasez ni exceso de salsas que se derramen, sin más relleno aquí y menos acá, pese a que todo sandwich terreno conocido es imperfecto, ¿de dónde podrá venirnos esta noción tan cierta que albergamos sino de un lugar sin imperfecciones donde estuvimos antes de haber caído presos en la cárcel y tumba del alma que es el cuerpo? Y es en ese lugar hiperuranio donde la idea de Sandwich no termina y no se desmigaja, no te mancha jamás ni atrae moscas ni tiene ni más ni menos mayonesa ni sal que la cifra perfecta de la reminiscencia de esta posesión originaria del alma que llamamos lo perfecto o la 'Idea'".
Sigamos recordando al citado Aristocles (más conocido por ese apodo suyo que tanto hace pensar en las enormes vajillas del Olimpo) y ese pasaje (que es quizás el más célebre entre todos los suyos) del diálogo Gastereo donde espeta en las barbas del importante sofista y chef de Samos que "el pan francés, de erótica y al tiempo mágicamente siempre casta hendidura, la cruda poesía matérica del sonido famélico de la palabra 'fiambre' y las demás bellezas engañosas de tu arte, oh Gastereo, seducen solo mediante la apariencia de la diversidad de los frutos del tiempo, pero lo hacen merced a la anamnesis por la que el alma evoca la memoria profunda, la inextensa forma no euclidiana, de un mundo de esencias mejor que este donde conoció el Sandwich" (sic, con inicial mayúscula en el original, como recordará el lector cultivado).
Y, ya que hablamos de la "cuna de la filosofía", corrientes revisionistas postulan recientemente acerca del yaguá Diógenes que en realidad no su nombre no se completa con Sínope sino con Sirope, "Diógenes de Sirope", en alusión a cierta conocida especie de almíbar o melaza, jarabe o confitura, cuya denominación procedería del árabe "sarap", que daría lugar posteriormente a la voz "sirupus" del latín medieval, al término francés "sirop", en el siglo XII, y a nuestro "sorbete". El sanwich no salado, sino dulce --todo un capítulo aparte de la Historia de Occidente--, suele en efecto recurrir al unto de mermeladas, miel, melaza o siropes en el pan, lo cual podría vincular, de confirmarse esta hipótesis, la posición culinaria teórica o práctica del más ilustre de los cínicos directamente con la repostería.
La búsqueda del sandwich perfecto, de, propiamente hablando, la Idea del Sandwich, inicialmente réplica imprevista al feliz hallazgo en mi muro del facebook del diagrama salvífico que ilustra el presente post, me ha valido el ser honrada con tan interesantes y útiles aportes --y con tan entusiastas, comprometidos y constructivos cuestionamientos-- a esta difícil y noble tarea de parte de tan eminentes pensadores y artistas, que he decidido que esta búsqueda, en realidad universal o humana, merecía, para favorecer su difusión con coherencia ideológica, salir de su diseminada versión de intercambios dispersos en las redes sociales y tener su propio espacio en este blog, como lo que es, o sea, como la lucha por un ideal, el Sandwich Ideal, lo cual la hace a un tiempo utopía en sí misma y metáfora de todas las posibles utopías.
¡Sandwich o muerte! La guerra a todo aquello que nos jode la vida, incumple la sagrada perfección de nuestro soberano y absoluto deseo y nos mancha de ketchup la remera ha comenzado ahora. ¡Adelante y hasta la victoria final, kamaradas!
Dama Satán.