lunes, 24 de marzo de 2014

DE AL-MUTAMID A INGMAR BERGMANN: EL AJEDREZ Y LA MUERTE


Tu sobrenatural canAllita misteriosa, Dama Satán, te trae nuevos mensajes cifrados, inquietantes, decisivos, en tu diario de ayer: De Al-Mutamid a Ingmar Bergmann: El Ajedrez y la Muerte 


a muerte jugando al ajedrez con el caballero, fotograma de la película de 1957 El Séptimo Sello, de Ingmar Bergman. A la derecha, Max von Sidow como el caballero












LA GUERRA Y LA POESÍA

Nacidos de la desmembración del califato de Córdoba, los reinos de taifas se enfrentaron en guerras mientras crecía la amenaza de los emergentes reinos cristianos del norte de la Península. Muhammad ibn ‘Abbad al-Mu‘tamid (que es aquel rey Abenabed cuya historia cuenta, en el Libro de los exemplos del Conde Lucanor, el infante don Juan Manuel), tercer y último rey de la dinastía abadí de la Taifa de Sevilla, conquistó uno a uno los reinos de taifas vecinos.

A Al-Mutamid le gustaban la guerra y la poesía. Su corte de Sevilla, que fue uno de los más importantes espacios culturales de la Edad Media, reunía a poetas, científicos y pensadores. Educó a Al-Mutamid, y también fue su visir, el poeta y aventurero Abu Bakr Mu’ammad ibn ‘Ammar, cuyo nombre solemos reducir a Ibn Ammar y que no es otro que el célebre e inolvidable Abenámar del romancero:

Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había;
estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida…

Abenámar, o Ibn Ammar, tenía la reputación de ser invencible en el ajedrez.

En 1078, Alfonso VI de León, «El Bravo», cercó la Taifa de Sevilla, donde estaban la corte de Al-Mutamid y su visir Ibn Ammar y notables artistas e intelectuales de la época. Cercada la ciudad por las tropas cristianas, cuentan Claudio Sánchez Albornoz y Aurelio Viñas en Lecturas de Historia de España (Madrid, 1929):

…ante la inminente llegada de los ejércitos cristianos, Ibn Ammar mandó construir un juego de ajedrez de ébano y sándalo incrustado de oro e hizo llegar a Alfonso noticia de su existencia. El rey pidió ver el juego y quedó prendado de él por lo que intentó adquirirlo. Ibn Ammar propuso entonces una partida en la que si salía perdedor entregaría el juego a Alfonso, pero si ganaba se reservaba el derecho a hacer una petición al rey. Alfonso rehusó, temeroso de no poder cumplir las peticiones de Ibn Ammar, pero algunos nobles, sobornados por el oro andalusí y engañados por Ibn Ammar sobre sus verdaderas pretensiones, influyeron decisivamente en Alfonso y este, finalmente, aceptó el reto. Ibn Ammar ganó la partida y pidió la retirada de los ejércitos cristianos. Aunque la cólera de Alfonso fue notable y en un principio pareció no estar dispuesto a cumplir su promesa, los consejos de los castellanos le recordaron que el más grande de los reyes de la cristiandad no podía faltar a su palabra y deshonrarse. No le quedó pues más remedio a Alfonso que retirar a sus hombres, aunque se quedó con el juego de ajedrez y, de paso, aprovechó para doblar el tributo que el rey sevillano le entregaba anualmente.

OMAR EL UBICUO

Ocho años después, Al-Mutamid, harto de las presiones de Alfonso El Bravo, llamó a los almorávides, que les dieron una paliza a los leoneses en 1086. Pero estos monjes soldado, los almorávides, volvieron cuatro años más tarde, ya sin invitación, conquistaron las taifas y a Al-Mutamid lo enjaularon en una prisión en Agmat, al sur de Marruecos. Lejos de sus años de música y de vino y de sus tertulias con astrónomos y poetas, Al-Mutamid terminó sus días añorando su hermoso reino perdido para siempre, y escribiendo.

Uno de sus últimos poemas recuerda el rubaiyat de Ghiyath al-Din Abu l-Fath Omar ibn Ibrahim Jayyam Nishaburí, poeta persa que fue su contemporáneo, nacido en el año 1048:

…El destino tiene color de camaleón.
Hasta su estado fijo es mudadero.

Somos en su mano juego de ajedrez;
y quizá se pierde el rey por un peón.

La tierra se hace erial,
los hombres mueren.

Dile a este mundo vil:
Secreto de Ultramundo,
Agmat lo esconde...

El nombre del autor persa nacido en la entonces capital seleúcida de Jorasán (hoy Irán), Nishapur, cuyo rubaiyat recuerda tanto este recién citado poema del rey Al-Mutamid, lo escriben unos como Omar Jayam u Omar Jayyam; otros, al modo árabe, como Omar al-Jayyam, Al-Jayyam u Omar ibn al-Jayyam; otros, en el mundo de habla inglesa sobre todo, como Omar Khayyam; y otros con acento, así: Omar Khayyám.

Fue un brillante matemático, un extraordinario astrónomo y un inquietante poeta, y en estas tres artes su nombre está entre los mayores, pero el Khayyam más grande es el Khayyam poeta.

Y si desde la prisión reflejaba su rubaiyat el rey Al-Mutamid en el fragmento citado, también aparece en un soneto de Borges ese mismo rubaiyat escrito en persa por él, Khayyam o Ibn Al-Jayyam (al que en interparentético gesto el autor alude; allí lo llama sencillamente «Omar»):

…También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y este la pieza.

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueños y agonías?

JAQUE MATE

En el mundo medieval, esta imagen del tablero de ajedrez se asociará al lado más macabro de una iconografía de inspiración religiosa sobre la finitud de la vida, lo vano del mundo terrenal y lo fatal de la muerte.

Al norte de Estocolmo, un tétrico mural de la Iglesia de Täby conserva la terrible escena imaginada y pintada en el siglo XV por Albertus Pictor, «Alberto el Pintor». El mural se llama La Muerte jugando al ajedrez.

Hace algunas semanas vimos en línea Branded (2012), grotesca y siniestra contrautopía en la que Max von Sydow hace el papel de un inquietante y fantasmagórico gurú capitalista. Puede cobrar mil formas en cada momento histórico, pero el gran miedo en el fondo es siempre el mismo. Y por eso esto me hace pensar en Max von Sydow, pero en otra película, de otro sueco (Bergmann: El Séptimo Sello, de 1957), como Antonius Block, caballero que regresa de las Cruzadas a la Europa medieval de la Peste Negra. Cuando aparece la Muerte para llevárselo, Antonius la reta, como retó Ibn Ammar a Alfonso VI de León cuando sus tropas cercaban Sevilla, a una partida de ajedrez.

En la película de Bergmann, Antonius y Jöns entran en una Iglesia. Un pintor está allí, trabajando, y es Albertus Pictor.

Cuando el caballero (Max von Sydow) encuentra a la Muerte (Bengt Ekerot) que lo está esperando, tiene lugar este diálogo:

El caballero: ¡Un momento! Tú juegas al ajedrez, ¿verdad?

La Muerte: ¿Cómo lo sabes?

El caballero: Lo he visto en pinturas y lo he oído en canciones.

La Muerte acepta la apuesta y los dos se sientan a jugar una partida de ajedrez. Si el caballero gana, se pospondrá su fin un tiempo más. Si no, como en el rubaiyat de Omar Khayyam:

Todo es un tablero de noches y días
y el Destino juega con hombres como piezas.
Los mueve aquí o allá, los siega, les da mate
y uno por uno a la caja los regresa.



La muerte jugando al ajedrez, mural de Albertus Pictor (1440-1507), en la iglesia de Täby, al norte de Estocolmo. «Todo es un tablero de noches y días...» (Omar Khayyam)


















EL AJEDREZ Y LA MUERTE



LOS PRIMEROS NOVENTA AÑOS DEL ESCULTOR PARAGUAYO HERMANN GUGGIARI


Hermann Guggiari (20 de marzo de 1924 - 1 de enero del 2012) dejó formas metálicas que expresan hitos de la historia reciente y aspectos de la experiencia humana universal, y que son ahora parte del paisaje que transformaron. Al cumplirse este mes los primeros noventa años de su nacimiento, algunos de los críticos y escritores que mejor han pensado sobre su obra, y algunas de las personas que lo conocieron, hablan un poco sobre Hermann Guggiari para los lectores del Suplemento Cultural. Ticio Escobar: La vigencia del conflictoGabriela Zuccolillo: El orden surge del caos, y del caos toma su fuerzaJavier Rodríguez Alcalá: Todos los sueños no realizados. Adriana Almada: El arte como lugar de la utopía. Brunhilde Guggiari: Nuestro primer pesebre. Montserrat Álvarez: La vocación de la barbarie





LOS PRIMEROS NOVENTA AÑOS DEL ESCULTOR HERMANN GUGGIARI


Brindando otra vez con Hermann en el bosque de la noche 



El escultor paraguayo Hermann Guggiari (1924-2012) Foto: Martín Crespo para la revista A la Carta













El escultor paraguayo Hermann Guggiari nació en Asunción hace ahora noventa años, el 20 de marzo de 1924. «La figura de Hermann Guggiari aparece en la escena de la modernidad paraguaya casi solitaria, no vinculada a ningún movimiento particular, y en paralelo a otros afanes rupturistas», señala, en un artículo del año 2012 la crítico de arte Adriana Almada. Hermann fue hijo del ingeniero Pedro Bruno Guggiari, intendente que cambió el perfil de Asunción al llenar esta ciudad de calles y avenidas arboladas, y de la pianista Ana Brun. «En su imaginario personal, su ser de artista se gestó entre la música del piano de su madre y la arborización de Asunción que realizó su padre cuando era intendente municipal», apunta, en ese mismo artículo Adriana Almada.
Hermann estudió ingeniería y escultura en Buenos Aires, en la Escuela Superior de Bellas Artes «Ernesto de la Cárcova». En 1947, durante la Revolución Democrática en contra de la dictadura de Higinio Morínigo, entonces presidente de la República, peleó en las filas de la resistencia, por lo que fue desterrado. Se exilió en Argentina hasta 1954. Posteriormente, bajo la dictadura del general Stroessner, sus ideas le valieron a Hermann Guggiari la marginación cultural y el apresamiento en varias ocasiones. En su escultura Monumento a los Luchadores por la Libertad, las rejas de una cárcel son rotas en la vieja y eterna pelea humana contra todas las formas de opresión. «Desde la periferia que es Paraguay, nuestro escultor ha venido construyendo, cual espejo de su vida, una obra original, repleta de fuerza y poesía. Atento a su tiempo, esta conexión lo llevó a pensar plásticamente formas con que celebrar vitalmente o protestar contra el tiempo infame, “cuando uno era feliz y no se sabía”», decía en un artículo del año 2009 el crítico Fernando Moure.
Hermann Guggiari fue uno de los fundadores del Museo de Arte Moderno de Asunción en 1965, fundador y primer presidente del Centro de Escultores de Paraguay y fundador, en 1970, de la Feria del Bosque de los Artistas.
«En el cruce de las avenidas España y General Santos, junto a un solar ocupado por una firma comercializadora de automóviles, el arte tiene, desde hace más de un cuarto de siglo un santuario en el que se refugia. Un lugar en el que la belleza preside el paso de las horas, el tránsito fugaz del hombre por la vida. Es un lugar –un templo podría ser, tal vez, una definición más precisa– en el que la naturaleza y la cultura se confunden en un todo confuso y, a la vez, maravilloso, un caos cargado de sentido y poblado de misterio. El sancta sanctorum de este templo, pacientemente edificado por Hermann Guggiari a lo largo de tantos años lo constituye un extraño y gigantesco árbol que levanta su estatura sobre los tejados de las casas y que rodea su tronco de escaleras o deja descolgar de sus ramas extrañas figuras trabajadas en acero y hierro. La materia mineral, modelada por las manos del artista, se encarna así, en forma de cruces, de estrellas o planetoides, en vida vegetal, trastocando, por milagro del arte, las leyes de la naturaleza», decía la crítico de arte Vicky Torres sobre el Bosque de los Artistas  (Vicky Torres, Ars Longa, Arandurã, Asunción, 2004).
El Bosque de los Artistas era en realidad la propia casa de Hermann Guggiari, y su taller. En la avenida España, casi General Santos, en pleno centro del tráfico de Asunción, vivía y trabajaba Hermann como un habitante del bosque. Así lo describieron las palabras de la crítico de arte Luly Codas en la presentación del libro-catálogo Hermann Guggiari, editado por Javier Rodríguez Alcalá y Gabriela Zuccolillo, en el 2008: «Escultor-ecologista, sus esculturas parecen muchas veces creaciones de la propia naturaleza por la manera como invaden el espacio y se funden con ella».
Allí se celebró cada año, desde 1970 hasta 1995, la Feria del Bosque de los Artistas, un espacio abierto a las propuestas de todos los creadores, tanto noveles como consagrados, con exposiciones de pintura, escultura y artes visuales en general, festivales de música, lanzamientos de libros y funciones de teatro.
«En una ciudad cuya arquitectura se definía por casonas abiertas a los jardines tropicales y el ornato de paredes y cornisas, Hermann prefirió experimentar (y hacer experimentar a su familia) las cualidades de un nuevo tipo de vivienda, esférica, semienterrada, con módulos dispuestos e intercomunicados en medio de la vegetación», describe el Bosque Adriana Almada en el mismo artículo antes mencionado.
El Bosque de los Artistas era un punto de encuentro, intercambio y debate entre amigos y amantes del arte y de las ideas. El crítico Fernando Moure hablaba de ambos, del bosque y de su habitante, Hermann, en ese artículo del año 2009, como dos partes de la misma libre e irrestricta atmósfera: «Guggiari es una persona que basa su grandeza en la modestia, un artista reconocido por colegas, críticos y público. Es un hombre que hasta hoy continúa fiel a su libertad, que se permite ser tierno bajo esa apariencia de guerrero; pasional y a la vez relajado, como las plantas salvajes que invaden su casa y su hermoso jardín... y que ojalá nunca, nunca se corten».
«Dos han sido –señalaba, en ocasión de la primera retrospectiva de Hermann, inaugurada en noviembre de 2004, la crítico de arte Vicky Torres en su columna del diario ABC Color– los objetos a los que ha dedicado la casi totalidad de sus esfuerzos: el mundo percibido como realidad ineludible que somete al ser humano a la férula de la necesidad y sus consecuencias; y el mundo como espacio de libertad y de realización individual y colectiva, un mundo ideal imaginado como utopía».
En medio de esa realidad ineludible, a modo de imaginario espacio ideal, en el Bosque de los Artistas se escribió una de las páginas más felices y generosas de la cultura paraguaya. En palabras de Hermann: «Todos pasaron por la feria: los Novísimos, Ángel Yegros, Pratt Mayans, Rasmusen, Margarita Morselli y tantos otros. Eran premiados en la feria, y de ahí se volvían conocidos. El jurado era de todos los sectores y de muy buen nivel: Olga Blinder, Josefina Plá, Livio Abramo, Edith Jiménez, todos participaron y no había sectarismos» (Gabriela Zuccolillo y Javier Rodríguez Alcalá: Hermann Guggiari. Centro Cultural de la República El Cabildo y Fondec, Asunción, 2008).
«Fue –dice de Hermann Guggiari, en el artículo antes citado, Adriana Almada– una de esas raras personalidades que, sin instalar preceptos o desarrollar, generan ambiente, tienen la cualidad de abrir espacios y crear momentos propicios para el acontecimiento. Este ha sido el espíritu del Bosque de los Artistas, la feria que organizó ininterrumpidamente durante 25 años, de la que emergieron nombres clave de la plástica paraguaya».
«Sin duda, Hermann Guggiari es no solo el gran exponente de la escultura paraguaya, sino el pionero de su modernidad», apuntaba el crítico de arte y escritor Ticio Escobar en su Breve reflexión sobre la obra de Hermann Guggiari, de enero del 2012.
«La potencia de su escultura –proseguía Ticio Escobar en la Breve reflexión…– asume las posibilidades matéricas y formales del metal: el hierro o el acero, elementos duros, formas que aspiran a lo incorruptible y la trascendencia, son lacerados y abiertos en su interior mediante un movimiento preocupado siempre por mentar la condición concreta de la existencia humana, y obsesionado por aquella irrenunciable utopía que asume las condiciones del tiempo y la destrucción para sostener empecinadamente los valores éticos de la libertad».
Hermann tuvo ocho hijos, de los que viven siete; cuatro son, también, artistas. Su esposa, doña Deidamia, se le adelantó varios meses: murió el 25 de enero del 2011. Hermann Guggiari llevaba, pues, viudo casi un año cuando, en su ciudad natal, Asunción, harto de no poder entender nada de este mundo sin la sonrisa paciente de su compañera de toda la vida, dio un portazo y se marchó, gruñendo, a buscarla el primero de enero del año 2012.
La noche de este pasado jueves 20 de marzo, fecha de su cumpleaños, reunió por igual a los vivos y a los muertos en aquel lugar feliz, y los espíritus del Bosque de los Artistas brindaron para convocarlo. Su obra ha vencido a la muerte. Ars longa, vita brevis.



El escultor Hermann Guggiari trabajando en su taller



domingo, 9 de marzo de 2014

1914-2014 WILLIAM S. BURROUGHS: LA OTRA HISTORIA DEL SIGLO XX

DOMINGO: ESPECIAL 1914-2014 WILLIAM S. BURROUGHS
LA OTRA HISTORIA DEL SIGLO XX


!COLECCIONA ESTE NÚMERO DE TU SUPLEMENTO CULTURAL PORQUE ES UN ALMUERZO DESNUDO! 






















PRIMER PLATO: Que Willian Seward Burroughs era un hijo de papá más del Mid-West, pero raro, y que, por ende, no estaba hecho para seguir la senda ni el negocio familiar, como Mortimer, su hermano, sí lo haría, y que hasta entonces había gastado su tiempo, preparatorio, digamos, con el cannabis en México y con el yagé o ayahuasca en Suramérica, y haciendo el tour homo por la Greenwich Village de los años 40, y que había leído y estudiado a Reich y escrito un capítulo de una novela con Kerouac (de valor meramente documental y escaso interés literario): todos estos elementos formarían un cóctel que solo cobraría sentido cuando prendiera la mecha del tiro fallido en México DF en setiembre de 1951…: CRISTINO BOGADO: EL MAL TIRADOR Y EL ORIGEN DE LA ESCRITURA DE WILLIAM BURROUGHS  

SEGUNDO PLATO: William Seward Burroughs lleva el nombre de su abuelo paterno, hombre que un día, tras una jornada en su empleo bancario, calculó que, de sus próximos veinte años sumando filas de números, se pasaría la mitad tratando de no cometer errores y la otra mitad buscando los errores que inevitablemente habría cometido. Saberse destinado con tal precisión a consagrar su existencia a hacer cosas, a fin de cuentas, absolutamente inútiles quizá lo deprimió un poco, porque inventó a continuación la llamada Burroughs Adding Machine, máquina de sumar que, para suerte de sus descendientes, a los que aseguró una excelente posición económica, permitió fundar la American Arithmomether Company, después renombrada como la Burroughs Corporation... MONTSERRAT ÁLVAREZ: WILLIAM S. BURROUGHS Y EL ÁLGEBRA DE LA NECESIDAD

TERCER PLATOCon una sonrisa yerta, divertida, sin sentido, deambula por las calles ruidosas, desoladoras del extinto, embrutecido, fallido planeta Tierra mientras tararea o masculla o mastica esa gastada cancioncita suya, alegre, vulgar, triste, banal. Sí, parece que se ha vuelto un viejo disco rayado ambulante, que ya no es más que un maldito disco rayado que no se apaga con nada:
Una noche, en un bar de Méjico,
para jugar a «Guillermo Tell»,
algo puso sobre su cabeza
la encantadora Joan Vollmer... UNA NOCHE, EN UN BAR DE MÉJICO...

CUARTO PLATO: La heroína fue parte importante de la vida del escritor William Burroughs, nacido en Saint Louis (Missouri) en 1914, y de la vida del músico Kurt Cobain, que se suicidó en 1994. Yonqui, la primera novela de William Burroughs, era el libro de cabecera de Kurt Cobain. Y en octubre de 1993, el músico y el escritor –su ídolo– se conocieron, y Cobain encontró a un hombre muy anciano que desde 1981 vivía en la tranquila Lawrence, Kansas, en medio de una rutina de paz y de metadona... JULIÁN SOREL: WILLIAM BURROUGHS Y KURT COBAIN. UN PÁRRAFO DE LA OTRA HISTORIA DEL SIGLO XX 

QUINTO PLATO: Allí estaba, en medio de Sting y Andy Summers: un viejo de traje, casi una momia. La foto en la revista Manchete me había llamado la atención por aquellos dos miembros de uno de mis grupos preferidos de ese entonces, The Police. Pero el artículo no hablaba de ellos, sino del viejo. De William Burroughs... SERGIO FERREIRA: THE PRIEST THEY CALLED HIM. EL ENCUENTRO CON WILLIAM BURROUGHS 

Y POSTRE: En su visión del control que somete a los individuos, Burroughs sabía de qué estaba hablando. Dedicó su vida entera a escapar de eso. Con apomorfina y un pensamiento tenaz e investigador, con metadona y una escritura rebelde. Es muy contemporáneo, por sus ideas, en nuestra sociedad de consumo, que es una sociedad de adictos... LUZ S. CABRAL: BURROUGHS. PRESENCIA Y VIGENCIA





GUARDA TU NÚMERO ESPECIAL 1914-2014 UN SIGLO DE BURROUGHS - UN DOSSIER DE COLECCIÓN - PARA LECTORES DESNUDOS 













lunes, 3 de marzo de 2014

ESPECIAL 1914-2014: UN SIGLO DE GUERRAS

1914-2014 UN MUNDO EN GUERRA

Circunstancia y destino: las marcas de la historia                                           

Don Santiago Ramón y Cajal, padre de la neurociencia contemporánea
















Carlos Lara Bareiro nació en un año fabuloso y terrible en el que el mundo dejó de ser para siempre lo que había sido hasta entonces. En 1914 se decide que los restos de Immanuel Kant sean enterrados en un mausoleo de la catedral de Konigsberg. En 1914 Einstein es electo miembro de la Academia Prusiana de Ciencias. En 1914 nacen el gran historiador Jean-Pierre Vernant y el escritor William S. Burroughs, gurú de los beatniks de los 50, de los hippies de los 60 y 70 y de los ciberpunks de los 80 y 90. En 1914 las sufragistas británicas incendian el pabellón del Lawn Tennis Club y rompen las ventanas del Ministerio del Interior. En 1914 nacen Philippe Ariès y Julio Cortázar, muertos ambos al unísono también siete décadas más tarde. 



Debussy
















En 1914 las fuerzas de Pancho Villa derrotan al ejército de Huerta. En 1914 don Santiago Ramón y Cajal anuncia la neurociencia actual con su Degeneración y regeneración del sistema nervioso y Freud publica la «Introducción al narcisismo». En 1914 Debussy, una las grandes influencias musicales de Lara Bareiro, estrena Trois poèmes de Stéphane Mallarmé en la Sala Gaveau de París, termina Six épigraphes antiques y empieza la Berceuse héroïque. En 1914 la bailarina Loïe Fuller, admirada por el citado Mallarmé, uno de los poetas que más inspiraron a Debussy, y por Flammarion, Valéry, Marie Curie, Rodin, los Lumière, Méliès, Giaccomo Balla y otros mil, de gira por Egipto, es fotografiada bailando gozosa ante la Esfinge de Gizeh. 

Loïe Fuller en un afiche de Henri de Toulouse-Lautrec
















En 1914 el asmático Marcel Proust corre por los bulevares de París jadeando bajo los aviones. En 1914, millones de muertos desconocidos y sobrevivientes irreconocibles bailan también –como la Fuller bailaba apenas anoche, en un mundo completamente extinto, de golpe, una mañana, en el Folies Bergère y en los afiches de Toulouse-Lautrec– pero ellos hacen una espantosa ronda en la gran danza macabra de todos los locos y los mutilados porque en ese año de 1914 Gavrilo Princip asesina a Franz Ferdinand, heredero del trono austrohúngaro, y este declara la guerra a Serbia y Rusia se une a su aliado eslavo y Berlín declara la guerra a Petrogrado y París se la declara a Berlín por como aliado de Rusia y Londres a Berlín porque Alemania viola la neutralidad belga para invadir Francia. La primera tecnológica del siglo XX, la Primera Guerra Mundial, se ha desatado. En 1914 empieza una nueva era de barbarie sin precedentes. 

En 1914 empieza una nueva era de barbarie sin precedentes -viñeta de Jacques Tardi










La seguridad y la quietud, dirá Konrad Adenauer, desaparecieron de la vida de los hombres en el año de 1914, y el primer ministro británico Macmillan añadirá que el mundo en el que él había nacido se terminó para siempre una mañana de 1914, y algunos años después Huidobro escribirá en «1914» :

Nubes sobre el surtidor del verano
     De noche
         Todas las torres de Europa se hablan en secreto
De pronto un ojo se abre
El cuerno de la luna grita
                Halalí
Halalí
Las torres son clarines colgados
AGOSTO DE 1914
Es la vendimia de las fronteras
Tras el horizonte algo ocurre
         En la horca de la aurora son colgadas todas las
ciudades
          Las ciudades que humean como pipas
Halalí
Halalí
      Pero esta no es una canción
                   Los hombres se alejan

Henry Tonks: hay cosas difíciles de mirar
















En 1914 el ojo de cirujano de Henry Tonks observa y dibuja escenas difíciles de mirar. En 1914 Norberto Bobbio, al que no hace mucho ciertos estudiantes leían en Asunción para entender la noción de «democracia», es un niño de diez años. En 1914, Heitor Villa-Lobos, cuya obra también influirá en la del maestro Lara Bareiro, compone Danzas Africanas. En 1914, un flaco, miope y simpático Fernando Oca del Valle de veintiún tacos se gasta unas pesetas en ir de bares por un Madrid que hoy ya no existe. En 1914 Marinetti ha roto hace cuatro años con el pasado y con la tradición en el Manifiesto Futurista para celebrar el insomnio febril, el paso gimnástico y la bofetada irreverente y adorar a la máquina. En 1914 Suiza se llena de poetas y artistas refugiados que en soberbio gesto de mofa de todos los valores vigentes hasta entonces ensordecerán a Europa con grandes carcajadas dadaístas. 

En 1914 los europeos olvidan todos los valores de la Ilustración entre el barro y el horror de las trincheras -viñeta de Jacques Tardi







En 1914 los europeos olvidan todos los valores de la Ilustración entre el barro y el horror de las trincheras. Terminarán de enterrarlos décadas después en Auschwitz. En 1914 comenzó a mutar Europa con las armas químicas, el declive de las clases medias, el movimiento obrero, el feminista y la primera aerolínea, y con ella mutó todo el planeta entero. A un siglo de la «Gran Guerra», estamos ante un futuro, en rigor, amenazante, y en un presente que sigue sucio y manchado por una fealdad, una degradación y un desencanto no desmentidos aún. Porque la que entonces se llamó la «Gran Guerra», ya que era imposible que algo así, tan infame, pudiera repetirse, después solo fue, terriblemente, la «Primera», y la siguiente, a su vez, ya fue solo la «Segunda», y a nadie se le ocurrió hasta hoy llamarle la «Última».

«Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado...» (Albert Camus)











«Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces el valor no tiene recompensa», dijo Albert Camus cuando la Guerra Civil Española volvió a cubrir de muertos el suelo entre una conflagración mundial y la siguiente. Hombres y mujeres de todos los rincones de la tierra, de cincuenta y cuatro países, fueron a dar sus vidas por unos desconocidos cuyo idioma muchos de ellos ni siquiera entendían cuando llegaron a la Península: las gloriosas –las llamó así Dolores Ibarruri– Brigadas Internacionales. 

Hombres y mujeres de todos los rincones de la tierra fueron a dar sus vidas por unos desconocidos: las gloriosas Brigadas Internacionales







El poeta Charles Donnelly nació, también en el año de 1914, en Killybrackey, pero murió en la Batalla del Jarama veintitrés años más tarde, en 1937, y en el valle del Jarama está enterrado, junto con otros voluntarios caídos ahí, tan lejos de su casa, como el escritor y teórico político Christopher Caudwell. Aunque también hubo algunos –entre otros, el tataranieto de Darwin (e hijo del filólogo, poeta y recordado profesor de cultura clásica de Cambridge Francis Macdonald Cornford), Rupert John Cornford, escritor comunista que vivió exactamente veintiún años y un día, o el historiador de Oxford Ralph Winston Fox– que cayeron antes (Cornford y Fox, en 1936, en Jaén, en la Batalla de Lopera). Y sobrevivieron también a la Guerra Civil algunos ilustres, como Paul Robeson, el bajo profundo del folclore afroamericano, o el imponente muralista mexicano Siqueiros, o el entomólogo yugoeslavo Nonveiller, o el gran Eric Blair, famoso como «George Orwell», y unos cuantos más. Los mejores cerebros y espíritus de su época, intelectuales polémicos ayer y nombres históricos unánimemente respetados hoy, legiones de conocidos y desconocidos, de anónimos y célebres, todos por igual los corazones más grandes y valientes de su tiempo, murieron por defender la República sin que eso impidiera que fuera aplastada.

Rupert John Cornford, escritor comunista muerto en la Batalla del Jarama
















Después vino el exilio, huir de la represión franquista de la posguerra. Muchos intelectuales llegan a Paraguay y a toda Suramérica: unos cruzan los Pirineos, y otros cruzan el Charco hacia aquí. Y mientras los desterrados de la España de la posguerra encuentran en Paraguay un puerto después del éxodo, hay paraguayos que parten al destierro, perseguidos en su país desde el poder estatal. Pasa el tiempo, y el régimen que proscribió la obra y que desterró al culto instrumentista, compositor y director de orquesta Carlos Lara Bareiro, el régimen de Stroessner, es derrocado en 1989, dos años después de que el músico muriera en el exilio; y la llegada del «proceso de transición», y el concepto y la experiencia (supuesta e inexistente) de democracia, contra todo maniqueísmo, con una evocación melancólica y cómica de sus facetas vacuas y espectrales de flatus vocisson problematizados y pese a todo reforzados con una apuesta final, tal vez la única posible, en el artículo del doctor José Manuel Silvero.

Henry Tonks: ojo de cirujano
















Destinos marcados por la historia que el Suplemento Cultural recoge en su edición del 2 de marzo. Fraternidades nacidas del azar y confirmadas por la voluntad. Postales de una guerra en las que el ojo de Henry Tonks desnuda algo que no puede caber más que dentro de una monstruosa pesadilla: Una postal de la guerra: Henry Tonks, ojo de cirujano. Generaciones paraguayas cuyo pasado confuso y desconcierto presente ilustra Manuel Silvero con humor amable y espíritu crítico: Palangana y democracia. Y dos hombres arrojados por la historia de un siglo violento a un futuro incógnito: vidas paralelas, como las de Plutarco, de un español y un paraguayo. La de un hombre que deja España como tantos otros y nos da lo que Armando Almada-Roche llama en su artículo «la fisonomía teatral de Paraguay»: Don Fernando Oca del Valle, maestro de actores. Y otra vida, la de un «hombre libre» que, desterrado por la dictadura a causa de sus ideas, muere en el exilio, lejos de su tierra y sin poder volver jamás a ella: el gran compositor y director de orquesta a quien dedica su artículo el maestro Luis Szarán: Carlos Lara Bareiro: La batuta prohibida o el fundamento de la dignidad.


La Asunción a la que Lara Bareiro nunca pudo regresar, la Asunción de la década de 1950 (Foto: archivo de la revista LIFE)