domingo, 6 de junio de 2010

DIVAGUE DE HOY

La locura no es una desviación perversa de la norma de la especie, sino la misma norma de la especie, y más aún, la condición de existencia de la especie. Sólo por la locura se hace posible que haya cosa tan atroz como la vida humana contra la evidencia patente de la muerte, la miseria, el horror, la desolación, la pérdida y todas las formas de la imperfección y la tragedia en que consiste el tiempo. Puesto que el tiempo surge como la estructura de lo que se genera y se corrompe, el horizonte de lo temporal es el morir. Si el ser –que es eterno y está fuera del tiempo- excluye la nada, el tiempo la incluye por necesidad lógica. La nada, es decir, la muerte y las tristes figuras de la muerte: lo irremediable, la ausencia, la oscuridad, la vejez, el dolor, la imperfección, el adiós, la decadencia, el silencio, la nostalgia: frutos todos del tiempo, como la fuerza, el brillo, el esplendor y todas las hermosas figuras de la vida. Y para que cada uno de nosotros, criaturas trágicas sin excepción, aun –o más aún- las más necias, banales y dichosas, sigamos cada día existiendo pese a este terror irremediable, y saltando de la cama y haciendo cosas, grandes y relevantes o mínimas y anónimas, civilizaciones y guerras y obras de arte y teorías científicas y filosóficas, o simplemente viajes cotidianos a la despensa o a la oficina, es preciso que, en un sentido clínico, nos gobiernen mecanismos psicóticos. Tal como el llamado “loco” niega lo que su mente no resiste y actúa como si un trozo de la realidad, que él no soporta, no fuera real –por lo cual las personas que saben que ese trozo sí es real, y en función de eso lo denominan “loco”, de igual manera que los especialistas juzgan que la negación, defensa psicótica, domina su psiquismo-, las personas “normales”, para actuar y vivir normalmente, hacen como si el lado más fatal de lo real no existiera, con el propósito de poder seguir viviendo. Por el criterio democrático del consenso y la estadística, la locura de uno es locura y la de todos es normalidad. Desde luego que la democracia no tiene nada que ver ni con la razón ni con la inteligencia. Un error de millones de seres sigue siendo un error, y si yo, contra la opinión de todos los demás, pienso y afirmo un acierto, por tener de mi lado la razón soy ya, aun cuando en mi postura esté por completo a solas, una absoluta mayoría.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Niña buenisimo este blog.
Lleno de imaginación.
Te felicito.